Capítulo 3: Reflejos

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―Yo tenía un libro en la mano, y mucha gente estaba corriendo, pero no era gente como nosotros. Vestían de forma diferente, como nativos americanos; parecía una tribu huyendo de algo. Me detuve en el sitio y presté más atención a los ruidos. Pude escuchar estallidos, como disparos, y silbidos como de flechas. Luego vi a unos soldados vestidos como en la época de Colón, con pantalones bombachos, petos y cascos grises, botas oscuras y largas que les cubrían hasta el muslo y llevando en la mano espadas y lanzas. Eran ellos los que estaban atacando la tribu.

―¿Y tú qué hiciste? ―preguntó con ganas su amiga.

―Pues nada, no sabía qué hacer. Yo no pertenezco a ninguna de esas tribus. Empecé a correr con ellos para escapar y…

―¿Cómo era el libro? ―nuevamente interrumpió Montse intrigada.

―La tapa era nueva, de piel color marrón, no tenía título y parecía recién escrito, tenía muchas páginas gruesas como papiros y estaban cosidas entre sí.

―¿Si?, que raro.

―Bueno, la cosa fue que yo iba corriendo cuando vi una roca muy grande y opté por esconderme detrás de ella. Corrí en su dirección y cuando me escondí detrás resultó que no había nada y caí al vacío.

―¿Y después?

―Me desperté.

―¿Te despertaste?

―Sí, me desperté.

―¿Y entonces porqué le das tanta importancia, si es solo un sueño?

―Es que no te he contado lo mejor –sentenció.

―¿Ah, es que hay más? ―en tono irónico preguntó su interlocutora.

―Sí, hay una llave.

―¿Una llave? ¿Qué tiene eso de mejor? ―exclamó confundida. Entonces Alicia fue a la habitación de su hermano, cogió la llave de la mesa y se la enseñó.

―Ésta llave.

―¿Qué tiene de especial?

―És la misma que estaba en mi sueño. Mi hermano la encontró en la casa que vamos a ir a ver ahora.

―¡Epa! ―exclamó Montse.

―¿Qué pasa? ―interrogó ahora preocupada.

―No sé, es muy raro; soñar con una llave y después encontrártela en tu casa… uhmmm ―hacía resonar Montse con la boca cerrada, como si estuviese pensando en el asunto, hasta que finalmente dijo: ―puede ser la señal de algo.

―¿De qué? ―preguntó confundida.

―Pues no se… ―justo en ese preciso momento irrumpió Lisset.

―Bueno ya estoy lista, ¿nos vamos?

―¿Te has maquillado? ―inquirió Montse sorprendida―. ¿Te has maquillado para ir al bosque?

―No, solo me he retocado.

―Sí, claro…

―Bueno chicas, ¿vamos o qué? ―cortó Alicia.

Bajaron las escaleras despidiéndose de su madre. Estaban ya en el pasillo hacia la puerta principal cuando vieron venir del jardín interior a Albert, a Marc y a Raúl.

―Ali, no me dijiste que ellos vendrían ―replicó Lisset.

―Es que mi hermano quería… ―iniciaba a explicarle cuando Raúl interrumpió.

―¡Hola chicas! ―él era un buen amigo de Alicia, se llevaban bien, al igual que con Marc, pero este último siempre se metía en líos y acababan corriendo para que no les pillaran.

Entre los dos mundos: La mentira de OccidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora