El Medio

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La puerta del baño se cerró a las espaldas de Oikawa con un golpe. Todo parecía silencioso y tranquilo, demasiado para el gusto de Tooru. Sus ojos bajaron inmediatamente, buscando lo que había llamado su atención, afuera en el pasillo.

Se topó con un río de sangre, y no uno metafórico o exagerado, sino un verdadero torrente de sangre que parecía provenir de uno de los cubículos del fondo. El líquido rojo manchaba todo el suelo, coloreando las baldosas blancas y derramándose por todo el pasillo del baño hasta llegar a la puerta, donde una parte de él se escapaba por la ranura entre ella y el suelo.

Todo el cuerpo de Oikawa estaba tenso, cada uno de sus sentidos le gritaba que se alejara, que corriera, que tuviese al menos el sentido común de volver sobre sus pasos y regresar con su madre. Pero había algo que lo detenía, una necesidad casi ridícula e inexplicable de descubrir lo que estaba sucediendo, de averiguar qué era lo que su mente intentaba mostrarle.

Porque resultaba más que obvio que aquel torrente sangriento realmente no estaba allí, por más real que se viera el brillo de las luces artificiales sobre los charcos de sangre, a pesar de que sus zapatos hicieran ruido al pisarlos.

Aquello no era real, y una parte de él lo sabía. Ese lado de sí mismo era el que impulsó a caminar hasta el cubículo más alejado, desde donde la sangre parecía provenir. Acercó su oído a la puerta pero sólo logró captar unos míseros sonidos, como si alguien se moviera pesadamente por el reducido espacio.

Oikawa intentó no pensar en todas las películas de terror que había visto durante su vida, cuando se agachó para mirar por el espacio bajo la puerta cerrada. Sería esa la típica escena en la que el espectro se aprovechaba de la curiosidad de uno de los personajes secundarios, para asesinarlo.

Porque desde hace un tiempo así se sentía, como el personaje secundario de su propia historia.

Ese a quien le suceden las cosas más terribles, para terminar muriendo sin pena ni gloria. Simplemente desapareciendo de una historia que no lo necesitaba en primer lugar.

Se agachó como pudo con cuidado de no mancharse con la sangre y miró por debajo, con el miedo golpeando en su corazón hasta casi matarlo con sólo la incertidumbre.

Sus ojos distinguieron la imagen borrosa de algo moviéndose cuando un peso cayó sobre su hombro. Era una mano, delgada y de largos dedos.

El castaño saltó por la sorpresa, demasiado acostumbrado a reaccionar con rapidez ante los sonidos repentinamente cercanos.

—Lo siento, no quise asustarte —se disculpó el intruso.

Tooru se volvió para encararlo. Todos sus músculos relajándose al ver de quién se trataba.

—No es nada Tobio-chan —aseguró Oikawa —Sólo me sorprendiste, eso fue todo.

Oikawa intentaba mirarlo a los ojos, pero resultaba realmente difícil, sobre todo cuando habían sido esos mismos ojos los que lo habían mirado con terror un segundo antes de que todo sucediera. Un segundo antes de que todo acabara.

"Era tan joven" las palabras dichas en el funeral volvían a él, cargadas de lástima y dolor. "Toda la vida que tenía por delante le fue arrebatada en un segundo. Ahora queda de nuestra parte vivir de la mejor manera que nos sea posible, ahora que podemos. Por él, y por nosotros mismos".

—¿Oikawa? —lo llamó el más joven, trayéndolo de vuelta al presente. —Te ves cansado —dijo, como si acabara de darse cuenta de las ojeras que marcaban el rostro del castaño y de sus ojos, carentes de su brillo natural, completamente secos y muertos.

Tooru dirigió una rápida mirada al suelo de baldosas, que estaba brillando de limpio donde hace unos instantes había visto sangre por montones. Su cabeza todavía palpitaba y sus manos temblaban levemente por el miedo que había sentido, miedo de que su monstruo imaginario lo atacara de nuevo; pero en cambio, había aparecido otra persona.

EsquizofreniaWhere stories live. Discover now