1. ¿Tiempos muertos? ¡Ya no más!

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Nuestro día está dividido en 24 horas. Es un hecho del que ni los mejores estudiosos de la materia, los más ricos o los que tienen más tiempo libre pueden escapar. No obstante, un factor que marca realmente la diferencia es cómo aprovechamos esas 24 horas, y dentro de eso, los tiempos muertos.

¿A qué me refiero con los tiempos muertos? Se suele llamar así a los tiempos que uno simplemente espera que pasen, buscando que llegue otra cosa. Entre ellos tenemos el viaje en colectivo, esperas en el médico, antes de entrar a clases, después de terminar de comer, y muchos otros. Ustedes me dirán: -"¡Pero eso son muy pocos minutos! ¿Por qué debería ser tan importante?-

Y en parte tienen razón. Pero en parte también no. ¿Saben por qué? Porque cualquier trabajador promedio tarda entre 45 minutos y 1 hora de ida hasta su trabajo, y lo mismo a la vuelta. Porque uno suele tener una hora para comer y muchas veces termina comiendo en media hora. Porque uno se toma media hora o más para desayunar, encendiendo la televisión (y apagando el cerebro). (Hay muchos programas educativos o constructivos, pero no los suelen pasar a la mañana).

Entonces, ¿suman o no suman? Saquemos la calculadora y hagamos las cuentas. De viaje tengo unas dos horas por día, más media hora de comer, más media hora en el desayuno. Todo eso sin contar otros tiempos que uno no considera habitualmente. Nos da un total de tres horas. TRES HORAS. ¿Se dan cuenta de los resultados que podrían lograr si aprovecharan una fracción de esas horas en algo gratificante, que les enseñe cosas nuevas, o que los haga mejor en algo que les gusta? Llegarían muy, muy lejos. Esas a veces insignificantes 3 horas por día son 60 horas al mes, contando sólo los días laborables. A 8 horas por día, es casi una semana que estamos tirando derechito a la basura. Y no creo que estén dispuestos a hacer eso, ¿no?

Con certeza no lo están. Ahora viene la parte interesante, aprender a invertir estas 3 horas, o lo más que se pueda de ellas, en actividades productivas. Por supuesto que para este paso se requiere cierta imaginación y flexibilidad, ya que varía mucho de persona a persona, pero es muy fácil de implementar. Vamos a imaginar nuestro día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Salimos de la cama, medio dormidos y con más ojeras que un oso panda, y apenas atinamos a buscar las (pantuflas/chinelas/ojotas) o algo por el estilo. Hacemos una parada técnica en el baño y vamos a desayunar. Nos preparamos una taza de algo, y nos vamos despertando de a poco. En cuanto recuperamos un poco de lucidez ya estamos en condiciones de empezar a aprovechar el día. ¿Nos gustan los documentales de historia o aventuras? Buscamos uno de nuestros favoritos en YouTube u otro medio similar. ¿Nos apasiona la ciencia o quizá la vida de algunos deportistas? Lo mismo. Siempre podemos sacar algo bueno de eso.

Salimos de nuestra casa y vamos a la parada de colectivo. Primer tiempo muerto casi inaprovechable. Lo dejamos pasar sin más. Viene el colectivo, sin lugares para sentarse pero tampoco sin viajar como sardinas en lata. Sacamos nuestro lector de e-books y nos entretenemos leyendo el libro que nos apasiona, un libro de autoayuda, la biografía de alguien que admiramos, etc. Llegamos a nuestro destino y el tiempo ha pasado volando, y tenemos la satisfacción de haber pasado el tiempo en algo que además de ser entretenido, es útil. Como no sabíamos si habría lugar o no para sacar el e-book, fuimos previsores y descargamos unos audiolibros a nuestro celular. A la vuelta el colectivo viene repleto, tanto que las vacas que van en el camión nos miran y se ríen burlonamente. No importa. Nos colocamos uno de los dos auriculares, o ambos, y nos sumergimos en nuestro mundo. (Para el auto aplica lo mismo, ponemos el estéreo y un buen audiolibro y el viaje será mucho más ameno)

Ahora imaginémonos lo siguiente. Llega la hora de comer. El hambre no está tocando suavemente nuestra puerta, está aporreándola directamente. Vamos al comedor de la empresa y disponemos de una hora. Nos quedamos la primer media hora comiendo tranquilamente y socializando, y luego viene la parte de los chismes y de la sobremesa. A veces está bien y es necesario quedarse, pero muchas veces podemos invertir ese tiempo en cosas realmente útiles. Nos despedimos, les deseamos un buen provecho a todos y nos retiramos a un lugar tranquilo, quizá un banquito en un patio interno, bajo los agradables rayos de un tenue sol, o una leve brisa, y nos entregamos al placer de una buena lectura.

Volviendo a casa aplicamos el mismo esquema. Llegamos y nos despatarramos en el sofá más próximo o en una cómoda poltrona. Quizá no tanto, en alguna silla de escritorio. Otra oportunidad para sacarle el jugo al día.

Hay miles de formas de reinvertir todos estos minutos, está en cada uno el descubrir cuál se adapta mejor a sus necesidades o gustos. Pero lo que importa es que, al final del día tendremos la satisfacción de haber hecho algo más por nosotros mismos, nos habremos divertido un poco más, y a largo plazo, esto será un antes y un después en nuestra forma de ver las cosas. ¿Aún no convencidos? ¡Pruébenlo y me cuentan!

1. ¿Tiempos muertos? ¡Ya no más!Where stories live. Discover now