¿Por quién tocan las campanas?

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La campana del Señor


Una pila de hojas que se acumulaban en el suelo me daban la bienvenida a la casa de La Familia Dalgleish.

"Serviréis a La Familia Dalgleish, O. Mariana" decía justamente la carta que arrugada yacía en mi pequeña maleta.

Yo, entre muchos, había recibido aquella carta que le daba alguna especie de propiedad a mi vida.

Entendía con detalle lo que era ser un Servidor. Cada Familia tenía a lo menos uno, en especial las familias con hijos ya que los servidores eran personas que se especializaban en distintos tipos de cosas y que, por ello, trabajaban para estas personas. De Servidor no había mucha diferencia de ser niñero. Con suerte, el hijo de la familia de apellido extranjero no sería tan grande cómo para soportar sus mierdas emo, ni tan pequeño como para andar de cambia pañales.

𝕸.

Si tuviera que describir la ciudad donde estaba diría que es fría, demasiado fría. Me sofocaba el pensar en tanta gente que no conocía en un ambiente tan pesado.

Contemplé un rato el paisaje que me daba el lugar del jardín de la gran casa, y caminé hasta la entrada para levantar mi mano y golpear pero antes que incluso hiciera el ademán la puerta se abría para mí —¿El nuevo Servidor? —. Preguntó sin mucha duda en su voz bastante grave un tipo no más alto que yo. Asentí y me incliné—pasa —. Antes de tener una buena presentación ya estaba cruzando el umbral de la puerta por el apuro de este hombre.

—I'm Wilbur Soot, welcome. Look at me.

Lo mire un momento tras procesar su nombre, y también las palabras que decía. ¿Qué hacía el menor de otra Familia en la casa de los Dalgleish?

Huh, Is a gusto. No, a pleasure — comenté inseguro de pronunciar aquellas palabras distintas a las de mi lenguaje de nacimiento inclinándome brevemente y obviando que él ya sabía mi nombre. Él me dedico otra mirada analiandome, común de su persona y camino hasta otra sala donde yo le seguí, aunque solo recogió un bolso. —I'm not your Sir. Tu señor me mando a recibirte ya que yo iba ya de aquí pero tu tranquilo. He said that you can stay right here, he'll come soon.

Le agradecí entrecerrando los ojos y haciéndome el que entendió todo y se despidió de mí tan rápido como me recibió. Divisé como salía y un coche lo esperaba junto a un chico que abría su puerta con expresión enojada. Parecían pelear por algo hasta que ambos entraron avanzando hasta salir de mi vista.

«Su servidor» supuse del chico bajo que estaba con él.

Caí en cuenta de lo silenciosa que había quedado la casa, así que me quedé quieto. Aguarde parado allí 5, 7, 10 minutos enteros y estaba seguro de no haber escuchado ningún ruido provenir desde dentro, cambie de posición mientras mi paciencia se agotaba. Tampoco me iba a pasar de listo y me iba a sentar en los sillones que parecían más cómodos de los que se veían. Pasó un minuto donde escuche algo, mínimamente algo, y después de ese sonido todos los segundos que pasaban se alargaban más. Otro minuto. Una silla moverse. Entonces escuché la melodía de un piano.

Con mi cabeza rígida después de tanto tiempo sin actividad busqué de dónde venía la melodía leve hasta dar con una escalera de unas 30 piezas que apuntaba directamente a una habitación. La única iluminada del lugar. Avancé atraído -bien metiche- y empecé a subir.
Llegué al final de la escalera sin divisar aún nada. Cada paso que daba la melodía iba más rápido.

Y vi el piano -o una esquina reconocible de este-. Me acerqué hasta apoyar mi mano débilmente al borde del marco de la puerta y asomándome percibí algo extraño. No había nadie. Nadie sentado en el taburete a los pies del piano que siguiera la melodía que sonaba.

The bell. (slimeriana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora