Cuando el señor Poligny oyó que una voz misteriosa le contaba, en el palco nº 5, el empleo que hacía de su tiempo y de la confianza de su socio, no preguntó nada más. Fulminado al principio como por una voz del Cielo, se creyó condenado, y luego, como la voz le pedía dinero, vio finalmente que era engañado por un maestro cantor del que el propio Debienne fue víctima. Los dos, hartos ya de su dirección por numerosas razones, se fueron sin tratar de conocer a fondo la personalidad de aquel extraño F. de la Ó., que les había hecho llegar un pliego de condiciones tan singular. Legaron todo el misterio a la dirección siguiente lanzando un gran suspiro de satisfacción, liberados de una historia que les había intrigado mucho sin hacerles reír a ninguno de los dos.

Así se expresó el Persa sobre los señores Debienne y Poligny. A este propósito, le hablé de sus sucesores, y me sorprendió que en las Memorias de un Director, del señor Moncharmin, se hablase de forma tan completa de los hechos y gestos del F. de la Ó. en la primera parte, para llegar luego a no decir nada o muy poco en la segunda. A lo que el Persa, que conocía esas Memorias como si las hubiera escrito, me hizo observar que encontraría la explicación de todo el caso si me molestaba en reflexionar en las escasas líneas que, en la segunda parte de esas Memorias, Moncharmin tuvo a bien consagrar todavía al Fantasma. Transcribo a continuación esas líneas que, además, nos interesan de modo muy particular, puesto que en ellas se relata la sencilla forma con que concluye la famosa historia de los veinte mil francos.

«A propósito del F. de la Ó. (es el señor Moncharmin quien habla), algunas de cuyas singulares fantasías he narrado aquí mismo, al comienzo de mis Memorias, sólo quiero añadir una cosa, que redimió con un hermoso gesto todas las molestias que había causado a mi querido colaborador y, debo confesarlo, a mí mismo. Juzgó sin duda que había límites a todas las bromas, sobre todo cuando cuestan tan caras y cuando el comisario de policía está "tras sus pasos", porque en el minuto mismo en que citamos al señor Mifroid a nuestro despacho para contarle toda la historia, pocos días después de la desaparición de Christine Daaé, hallamos en el escritorio de Richard, en un bonito sobre en el que se leía, con tinta roja: De parte del F. de la Ó., las sumas bastante importantes que había logrado hacer salir momentáneamente, y a modo de juego, de la caja de dirección. Richard opinó que debíamos detenernos allí y no seguir adelante. Consentí en ser de la opinión de Richard. Y bien está todo lo que bien acaba. ¿No es así, querido F. de la Ó.?».

Evidentemente, Moncharmin, sobre todo después de esa devolución, seguía creyendo que había sido juguete por un momento de la imaginación burlesca de Richard, como por su parte Richard nunca dejó de creer que Moncharmin se había entretenido inventando todo el caso del F. de la Ó. para vengarse de algunas bromas.

¿No era el momento de pedir al Persa que me enseñase el artificio con que el Fantasma hacía desaparecer veinte mil francos en el bolso de Richard, a pesar del imperdible? Me respondió que no había meditado en ese ligero detalle, pero que, si yo tenía a bien «trabajar» en los lugares mismos de los hechos, debería encontrar la clave del enigma en el despacho de dirección, recordándome que Erik no había sido apodado el experto en trampillas por nada. Y prometí al Persa dedicarme, tan pronto como tuviera tiempo, a útiles investigaciones por ese lado. Acto seguido, debo decir al lector que los resultados de tales investigaciones fueron perfectamente satisfactorios. No creía, en verdad, descubrir tantas pruebas innegables sobre la autenticidad de los fenómenos atribuidos al Fantasma.

Y conviene que se sepa que los papeles del Persa, los de Christine Daaé, las declaraciones que me fueron hechas por los antiguos colaboradores de los señores Richard y Moncharmin y por la pequeña Meg misma (por desgracia, la excelente señora Giry ya había fallecido) y por la Sorelli, que ahora está retratada en Louveciennes, conviene, decía, que se sepa que todo esto, que constituye las piezas documentales de la existencia del Fantasma de la Ópera, se encuentra controlado por varios descubrimientos importantes de los que con toda justicia puedo sentirme orgulloso.

El fantasma de la óperaWhere stories live. Discover now