Había una vez, un lobo gris
que caminaba en la nieve sin fin
su apacibles pasos errantes
lo hacían moverse sin un rumbo constante
entre las sabanas blancas percibió
a una linda cisne en un estanque
el lobo con calma y paciencia se acercó
la cisne viró y su pacifica mirada le hipnotizó
el lobo se desconcertó y sin mas se le inclinó
la cisne abrió sus hermosas alas
y sin mas lo abrazó
el lobo que en sus manos cayó
sintió un calor que jamás percibió
en el largo invierno ambos se dieron calor
compartieron tiernos momentos de amor
cuando la tormenta de nieve se aceraba a su fin
el lobo se debilitaba por su famélico sufrir
la cisne que lo notó
le ofrecía alimentos de su consumir
el lobo los rechazó
pues era a ella a quien quería engullir
el lobo que en su instinto sucumbió
la empujó y desapareció
pasaron los años y el lobo regresó
la primavera, las flores recreó
el lobo rastreó y a la cisne buscó
y en el mismo lugar él la halló
la cisne viró y lo observó
pero su mirada calor no le dio
el lobo pues, con un cisne la vio
y se quedó apreciando como ella se le acercó
la cisne que una vez calor le dio
le abrazó y la última calidez le infundió
el lobo que muy feliz la observó
se fue con un sentimiento fútil
y entre el denso bosque caminó
nuevamente en un rumbo sin fin.