Capítulo 48

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Tobías había aceptado aquel implícito pacto, así como yo había acordado darle un plazo de dos días para que hablara con su padre, lo convenciera de desistir en sus "acuerdos" con el enemigo y expusiera la nueva evidencia sobre la identidad de los posibles Cazadores locales (aquellos que figuraban entre los contactos del secuestrador difunto) frente a La Logia, para que esta tomara acciones al respecto. No lo obligaría a exponer a su progenitor, ni su encubrimiento. Aquello formaría parte de un oscuro secreto, uno que era solo nuestro.

Sin embargo, no podía estar en paz conmigo misma sino desvelaba una última incógnita, sino confesaba una verdad que me estaba calando hasta lo más profundo de mis huesos.

—Besé a Nahuel—solté de forma imprevista. Habían pasado unos minutos desde que alguno hubiera proferido sílaba alguna. Y algunas horas desde que la oscuridad se había extendido plana por el cielo, al punto de volverlo una negra pizarra donde la luna aparecía inmutable, como un borrón de tiza blanca en el centro.

Cuando llegara a mi casa debería dar explicaciones del por qué de mi tardanza y mi ausencia para la hora de la cena. Pero ya resolvería aquel problema más tarde. Solo podía deshacerme de una mochila a la vez.

Tenía la vista fija en las cortinas de encaje blanco que se movían impulsadas por las fantasmagóricas manos de la brisa nocturna, pero me obligué a mirar a Tobías antes de oír su respuesta.

El castaño permanecía tranquilo. Estaba sentado en cruce de piernas simple sobre la cama, y apoyaba las manos sobre los desiguales parches que cubrían sus rodillas. Su firme tórax perfilado debajo de aquella ajustada remera de camuflaje, subía y bajaba en suaves respiraciones regulares, mientras su espalda se mantenía rígida. Parecía estar meditando en una perfecta pose de yoga.

—¿Te referís a tu compañero, que además es un Lobizón miembro de la Logia?—preguntó. No me había percatado que en mis ansias por confesar mis pecados me había salteado los "detalles". Aunque Tobías parecía bastante orientado.

—Sí, él mismo—asentí con pesar. ¿La confirmación de su identidad era una reconfirmación de mi engaño? Porque se sentía doblemente mal.

—¿Fue antes o durante... "lo nuestro"?—indagó. El término que usó para definir nuestra relación me provocó un cosquilleo en el estómago. Ante la ausencia de un nombre especifico, "lo nuestro" sonaba apropiado. Hubiese sido más duro catalogar lo que teníamos como un noviazgo. Me hubiera sentido aún más culpable.

—Fue durante—Tragué saliva. Sus ojos resplandecieron por un instante antes de apagarse, como el último rayo que quiebra el cielo antes de que la tempestad comience.

—¿Lo amás a él de la misma forma en que me amás a mí?—inquirió entonces. Sus preguntas eran tan concretas que me estaban asustando. Pero ya no podía permitirme esos temores si había decidido sincerarme.

Inspiré hondo. "¿Realmente amo así a Nahuel?" me pregunté a mi misma. Los recuerdos de nuestras vivencias juntos impactaran contra mí como la misma intensidad de las olas rompiendo contra los acantilados de la playa, para luego inundarme, invadirme por completo.

—Sí...—reconocí, intentando no flaquear y mantener mis ojos fijos en los suyos. Con una mano hacía bucles en mi largo cabello, de manera inconsciente. Enredando y desenredando aquel mechón como si fuera una cinta de negro raso. No fue hasta que Tobías extendió su mano para alcanzar la mía que me di cuenta de lo que hacía y mis movimientos secaron. Sus dedos ocuparon el puesto que los míos habían abandonado.

—Está bien—murmuró acariciando aquel mechón con naturalidad. Un destello de luna se posó en su rostro proyectando la sombra de su impecable hilera de largas pestañas sobre su blanquecina piel. Sus ojos estaban firmes en mi cuello y él parecía estar en paz. Actitud que me resultaba incomprensible.

LobizonA #CheArgentinaWhere stories live. Discover now