Entonces, no sentí ganas de llorar otra vez. Parecía que todo lo había expulsado la noche anterior en los brazos de Nora. Luego, había cerrado mi ciclo. Incluso fui realista y todo lo que él me había dicho, y en ese momento me había aterrado, sobre el demonio, sobre la venganza de ese ser contra mí, lo consideré un mero intento de impresionarme, dañarme y maltratarme aún más psicológicamente. Él sabía que iba a morir y solo quiso dejarme una secuela más antes de perecer. No iba a darle el gusto, no estaba dispuesta. Me obligué a no pensar ni en demonios ni en rituales y, sorpresivamente, también funcionó. Se creó una paz en mi pecho, por encima de las cenizas, que no podría haber destruido con nada.

Antes del anochecer, Luca estuvo en casa, de nuevo brillante y rebosante de energía, y me aclaró que estuvo comiendo por montones y haciendo ejercicio porque había leído en internet que eso producía diferentes hormonas en el cuerpo, como el sexo. Se había preparado especialmente para mí y ni papá ni mamá se quejaron de que se tendiera a mi lado en la cama, me abrazara y me diera muchos besos para mejorarme.

Durante un largo rato, todo fue perfecto...Hasta que Nora me envió un mensaje por Messenger en Facebook y me preguntó si podíamos vernos para hablar de todo, los cuatro juntos, en cuanto estuviera mejor.

Estuve tentada de rechazarla, pero con Luca a mi lado eso no estaba en los planes. Él quería saber todo en ese momento.

—Dile que venga —me dijo—. Hay muchas cosas que tú, Nora, Edén y yo tenemos que hablar.

Aunque todo quedara bajo cenizas y no lo lamentara ni me atosigara, eso era necesario. Incluso, había cosas que yo quería preguntarle a Nora, cosas que quería hablar bien con su abuela, pero al menos empezaríamos con eso.

Acepté que vinieran y Nora prometió pasar por Edén. Mientras nosotros esperábamos, en mi cuarto, mis padres no pararon de bostezar en la cocina. Cada tanto, nos espiaban, por lo que no me quedó otra que avisarles que las chicas vendrían y que hablaríamos largo y tendido.

—Que se queden a comer —dijo mamá, sin problema alguno.

Nora tardó alrededor de treinta minutos en llegar con Ed y las dos trajeron bolsas de compras que no tardaron en entregarle a mi mamá.

—Trajimos budines y galletas —explicó Ed—. Para merendar.

Mamá le sonrió.

—Gracias, Edén. Aunque mejor lo dejamos para el postre, ¿no? ¿Se quedarán a cenar, verdad?

Las chicas aceptaron la invitación y pasaron a mi cuarto. Edén no tardó en correr a Luca con fingida violencia y se echó sobre mí para abrazarme por una eternidad. Me reí, porque ella intentaba, a su vez, aplastarme y su peso parecía el de una lechuga.

—¿Estás bien? —me dijo ella, cuando al final se levantó.

—Muy bien —le respondí, mientras Nora cerraba lentamente la puerta de mi cuarto.

—Tenemos mucho que hablar —dijo, descolgándose la mochila. Traía varios libros, más pequeños que su ejemplar gigantesco de bruja y el cual supuse estaba secándose debajo de un ventilador potente—. Como ahora todos, menos Edén, estamos sin teléfono...

Se sentó en el piso y empezó a acomodar los ejemplares, abriendo por las hojas marcadas y señalando en voz alta cosas que no habíamos charlado anoche.

—Los ángeles de la muerte pueden ir y venir por el hilo de la vida, bla, bla, bla. Eso lo hablamos el otro día, pero en ningún momento se dijo aquí que eso incluía que tu pudieses transferir energía a otro cuerpo, no solo robarla.

Desde la cama, fruncí los labios. Ni siquiera nos había dado el tiempo para explicarles qué había sucedido, desde el principio, a Luc y a Edén, por lo que ellos nos miraron con la boca abierta, totalmente confundidos.

Suspiros Robados (Libro 1) [Disponible en librerías]Where stories live. Discover now