Fragmentos

◊◦◊◦◊◦ 04 ◦◊◦◊◦◊

Luego de ese extraño descubrimiento el médico me miró, al parecer había entendido de alguna manera que yo también quería hacer preguntas, pero cuando iba a comenzar a hablar, el llanto de aquella bebé inundó la habitación de nuevo, pero esta vez no era solo ella, el niño también lloraba, sentí la gran necesidad de ser yo quien los tomara entre mis brazos, así que, me puse de pie y con cuidado y de manera delicada, tomé a esa pequeña cosita entre mis brazos, pero no podía tomar al niño también, así que antes de que se me pudiera ocurrir una idea para tenerlos a ambos en mis brazos, el chico guapo de ojos azules cargó al niño y de inmediato el llanto del niño se detuvo, sentí tranquilidad, tranquilidad de que fuera él quien cargara al bebé y no otra persona, simplemente no dije nada, no sabía porque confiaba en él ni porque me sentía tan sobreprotectora hacia ese par de pequeños. No comprendía el por qué, pero algo dentro de mí me decía que debía ser yo la que detuviera su desesperado llanto, que debía ser yo quien protegiera y cuidara a esos pequeños e indefensos bebés. Luego de que ese chico cargará al pequeño, arrullé a la pequeña en mi pecho y de inmediato su llanto se detuvo, se acomodó y se quedó dormida mientras sostenía testarudamente uno de mis mechones de pelo, aquella acción me provocó una sonrisa, era como si de esa manera se asegurara de que no la aparte de mi lado. Al levantar la mirada todos me miraban con sorpresa, no comprendía porque cada una de mis acciones llenaba de asombro a todos, no entendía que era lo que estaba pasando, así que, solo ignoré aquellas miradas y me acerqué al médico otra vez con la bebé entre los brazos.

–Su nombre. ¿Cuál es su nombre?

–Soy el doctor Miguel Díaz. Soy neurólogo.

–¿Neurólogo? ¿Algo raro pasa con mi cabeza?

–No lo sabemos. No creo que sea nada raro, pero vamos a hacer estudios para saber exactamente qué es lo que te pasa.

–Yo... quiero saber.

–¿Qué es lo que quieres saber?

–¿Qué pasa conmigo?

–Eso aún no lo sabemos, Lilia. Después de que tengamos los resultados de los exámenes, quizás podamos indagar un poco más.

–Y estos bebés ¿Qué hacen aquí?

–Bueno... eso es algo que tus padres te dirán.

–Yo... me siento rara.

–¿Rara? ¿Por qué?

–Algo dentro de mi cabeza se siente mal. Soy consciente de que mis recuerdos se han ido, eso lo sé. Pero... no sé por qué, me siento vacía y sola.

–Nosotros también queremos saber porque te está pasando esto, por el momento debes estar tranquila, nada malo te va a pasar mientras estés aquí en el hospital o mientras estés con tu familia. Por ahora, el doctor Fernández te atenderá, él está más familiarizado contigo y tu estado de salud. Yo vendré en cuanto tenga los resultados de tus exámenes.

Ese médico se fue así, simplemente sin decirme nada más, sus respuestas habían sonado tan vacías y rutinarias que me sentí decepcionada por no haber podido obtener respuestas de ningún tipo. El otro médico se acercó a mí, al parecer él era ese tal doctor Fernández que había mencionado el otro hombre, él había estado hablando en voz baja con el chico guapo y las otras personas mientras yo hablaba con el neurólogo y al parecer esta vez sí obtendría respuestas. La bebé había despertado una vez más y la mujer que estaba en la habitación se había acercado a mí para verla, hasta ese momento nadie se había detenido en la presencia de los pequeños hasta que ella había llorado, al parecer, lo que me pasaba a mí, superaba por mucho la presencia de eso dos pequeños. La mujer de ojos verdes me miró repentinamente al saber que esta vez el llanto de la niña no se detendría, su expresión era algo nerviosa y su expresión corporal me daba a entender que me quería decir algo, pero no sabía cómo decírmelo, así que, pasados unos minutos en los que el llanto de la niña no se detenía para nada, simplemente lo soltó.