Cuando abrí los ojos no sabía dónde estaba, todo en aquella extraña habitación donde estaba me era desconocido, todo era de un enceguecedor color blanco, las cortinas se mecían con el viento, en el ambiente se olía aquel característico olor a analgésicos y suero y al otro lado de la puerta se podía escuchar a muchas personas ir y venir por los pasillos. No sabía porque estaba ahí, intenté ponerme de pie, pero la parte baja de mi cuerpo dolía un poco, miré mis propias manos como si fuera la primera vez que las viera y todo mi cuerpo se sentía de alguna manera extraño, como si aquel en realidad no fuera mi cuerpo. Luego de observar detenidamente cada centímetro de mi cuerpo me detuve a pensar en el por qué estaba ahí, no lo sabía, nada se venía a mi mente y ahora que me detenía a pensarlo, dentro de mi cabeza parecía no haber nada, ningún recuerdo de nada, ni siquiera de mí, me sentía vacía, desolada y perdida. Una enfermera entró repentinamente a la habitación, traía dos pequeños bultitos envueltos en una mantita celeste y otra rosada, los dejó en una pequeña cuna que había a un costado de la camilla en la que estaba yo y luego me miró para decirme "Déjalos dormir un poco y cuando se despierten dales de comer, ya voy a dejar que tus familiares vengan a conocer a ese par de ángeles", luego simplemente se fue y yo me quedé más desorientada que nunca, ¿A qué se había referido con darles de comer? ¿Qué había envuelto en esos bultitos? Estaba intentando entender algo de lo que estaba pasando cuando un fuerte llanto invadió la solitaria habitación, me puse de pie y cuando me acerqué a la cuna vi a dos pequeños bebes, la niña estaba llorando y el niño solo estaba en silencio, el llanto de la pequeña lo había despertado, pero no se movía ni parecía molestarle el llanto del otro bebé. No sabía por qué había un par de bebés en mi habitación, tampoco sabía porque tenía que ser yo la que les diera de comer ¿No era su madre la que tenía que darles de comer? No entendía nada, mi cabeza daba vueltas y vueltas sin encontrar una sola razón a la situación que se estaba dando en ese momento, hasta que la puerta de la habitación se abrió una vez más y un joven entró, se acercó hasta los bebés y tomó a la niña que lloraba desconsolada en sus brazos, sin embargo, la niña no dejó de llorar. El chico me parecía realmente guapo desde que había entrado a la habitación, su cabello negro y sus ojos azules eran una combinación perfecta, sus rasgos delicados y su piel blanca también lo hacían ver atractivo, por alguna extraña razón mi corazón comenzó a latir más rápido, como si estuviera feliz y emocionada de que esa persona estuviera ahí a mi lado, como si necesitara que solo estuviera ahí para sentirme completa y fuerte. El chico me miró a los ojos y después me sonrió con cariño, se acercó a mi lado luego de haber dejado a la niña en la cuna, ya que se había vuelto a dormir luego de haberla arrullado un poco, de pie, junto a mí, no dejaba de mirar a esos bebes, los miraba con amor, con cariño y como si fueran su más grande tesoro, sus ojos casi brillaban por el gran cumulo de emociones que probablemente sentía al mirar a esos niños. Ese joven de hermosos ojos tomó mi mano entre la suya y mi corazón dio un vuelco de emoción, como si su toque no fuera algo extraño o desconocido para mí.
–Lilia... muchas gracias. Me has hecho el hombre más feliz del mundo.
¿Me hablaba a mí? ¿Lilia era mi nombre? ¿Yo lo había hecho el hombre más feliz del mundo? ¿Por qué? ¿Qué había hecho para hacerlo sentir así de feliz? Él pareció ver la confusión en mi rostro, puso su mano en mi mejilla, me miró fijamente un par de minutos y luego juntó nuestros labios, me estaba besando. El beso se sentía cálido, suave, con cariño; no lo aparté, ese beso se sentía extrañamente familiar y me hacía sentir mariposas en el vientre, su beso me daba la sensación de tranquilidad y necesidad, como si siempre los hubiese tenido para mí. Al separar nuestros labios él nuevamente me miró a los ojos, pero esta vez parecía tener una expresión de confusión en el rostro, ¿Había hecho algo mal? No lo sabía. Ese joven se puso de pie y me miró desde arriba, al parecer, ese chico que conocía mi nombre, que hasta yo desconocía, había sentido algo extraño.
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Fragmentos
RomanceLilia Simmons es una chica de 16 años con una vida completamente normal y llena de felicidad, sus padres y sus hermanos la adoras ya que ella es la más pequeña de casa. Es consentida y mimada en todos los aspectos, también tiene buenos amigos y un n...
