Los ojos azulados del castaño se abrieron con lentitud, lo primero que pudo divisar fue el color blanquecino.
Examinó la habitación con la mirada, prácticamente estaba todo en blanco. Trató de recordar algo de lo que le pudo haber sucedido pero simplemente veía una pantalla negra en su cabeza.
Intentó mover una parte de su cuerpo delgado y frío pero no pudo conseguirlo. Repentinamente dos personas entraron a la habitación, podía ver que movían sus bocas pero nada más fuera de eso.
El de bata blanca parecía estar explicando un tema bastante serio a juzgar por la cara de su acompañante.
¿Acaso decían algo de él?
Pues no tenía idea.
De repente el hombre con anteojos se retiró de la sala no sin antes hacer una reverencia. Miró al moreno con algo de confusión en su mirada, el azabache se acercó a él con tranquilidad.
“Escucha, esto puede parecer algo confuso pero te aseguro de que no te pasará nada ¿Vale?”
Leyó sus labios y al no poder hacer nada, cerró sus ojos en señal de afirmación.
El mayor con una sonrisa, se alejó un poco de él con la intención de marcharse. Pero fue interrumpido por los labios del menor.
“¿Puedo preguntarle algo?”
El de gorra demostró sorpresa y confusión en su rostro, aún así volvió a sonreír con confianza.
“Claro”
Guardo unos segundos de silencio, queriendo encontrar palabras precisas para decir su pregunta. Aún así nada se le vino a la mente por lo que con simpleza lo soltó.
“¿Quién soy yo?”
•El principio de un fin•
