Capítulo 2: El comienzo de algo nuevo

117 6 0
                                    

El coche de mamá aparcó en la tienda de alquiler de caravanas.

Bajé del coche de un salto y Abril y Zaire me siguieron.

La tienda en realidad era un gran parking lleno de caravanas y otros coches grandes, que estaban aparcados cuidadosamente bajo tejados de metal de color verde que les protegían del sol.

Todos los vehículos estaban en un estado impoluto.

Las cuatro fuimos hacia el edificio que había en el centro del parking, y cruzamos las puertas correderas de cristal para entrar en el interior.

Llegamos al mostrador y nos encontramos con un hombre canoso que llevaba una placa dorada en su uniforme azul en la que ponía Juan.

-Buenos días.-dijo el llamado Juan.

-Buenos días. Vengo a por la caravana alquilada a nombre de Felisa Banks Abaca.-contesté yo esgrimiendo la mejor de mis sonrisas.

A continuación, mamá sacó de su bolso los papeles que nos dieron la semana pasada cuando vinimos a hacer el pago, y se los tendió a Juan.

El hombre los examinó para ver que todo estaba en orden, y nos tendió tres llaves, una para cada una, tal como habíamos especificado.

-Antes de nada, debo explicaros unas cosillas sobre el funcionamiento de limpieza de la caravana y lo que debéis hacer en caso de avería.-Juan señaló dos cajas que había a su lado.-Cogedlas y seguidme.

Zaire y yo cogimos las cajas, que pesaban bastante, y seguimos al hombre, que también llevaba una gran caja.

Nos paramos ante una majestuosa caravana plateada inmensa de dos pisos, y con dos rayas azules en sus costados.

Alquilar esa caravana nos había costado gran parte de nuestros ahorros, pero había merecido la pena. Era alucinante.

Juan nos mandó abrir un pequeño maletero que tenía la caravana en uno de los lados y nos dijo que allí tendríamos que guardar las cajas que habíamos llevado, y comenzó a sacar una cantidad infinita de chismes mientras nos explicaba para qué servía cada uno.

Nos enseñó dónde estaba la rueda de repuesto y después nos dijo que abriésemos la puerta de la caravana.

Yo me adelanté y metí la llave, y entramos todos juntos dentro, y al igual que la primera vez que entramos a verla, una sensación de adrenalina se extendió por todo mi cuerpo.

-¿Quién va a conducir?-preguntó Juan.

Abril dio un paso al frente. Había insistido en sacarse el carné de caravana para poder conducir, y ella sería la que manejaría a nuestro pequeño.

Juan le estuvo enseñando unos mecanismos especiales que había en el control de mandos, ya que esta caravana era bastante moderna e incluía por tanto nuevas funciones, y mientras, Zaire y yo estuvimos dando una vuelta por la caravana.

Era bastante grande, y detrás de los tres asientos en los cuales estaba el del conductor, había un sofá morado en forma de L con una pequeña mesa baja en el centro, en la que descansaban varios manuales de instrucciones de la caravana.

En frente del sofá se encontraba una tele de plasma de tamaño medio colgada de la pared, y en los límites del techo con la pared había paneles de luz alargados para iluminar la casa por la noche.

A continuación de ese pequeño salón, estaba la cocina.

La encimera era blanca, y tenía horno, lavavajillas, fregadero, microondas y nevera con congelador incorporado, todo a juego de un color plateado.

Locuras de una noche de veranoWhere stories live. Discover now