—Su mujer murió hace poco—lo mire cuando agregó esto último.


¿Casado? Eso sí que era algo extraño.


— ¿Qué le paso?


—Se suicidó—guarde silencio cuando lo escuche.


Una mujer seguramente nacida en cuna de oro, con padres de sangre de hombres lobos, casada con Theo. Un vampiro.


Eso no me ayudaba mucho a aceptar el suicidio.


Me despedí de Aleckey con un roce de nuestros labios antes de seguir al pasillo que me llevaría a la sala privada de la reina. Aleckey seguramente volvería a la puesta del sol.


— ¿Qué tan difícil puede ser que me confeccionen un vestido en un día? —el quejido de Katherine fue lo primero que escuche al llegar—. No es mi culpa que la realeza se le dé por hacer una fiesta de un día para otro—gruño caminando a una de las mesas que había en el costado de la habitación.


—Seguramente tienes algo sin usar en tu armario—me senté.


—Pero no es lo mismo Isabella—negó acercándose mientras revolvía una taza de té—. Una tienes que ir con felicidad y satisfacción a una fiesta, ¿Y qué mejor satisfacción de estrenar un nuevo vestido? —me tendió la taza—. Ahora estaré de mal humor con todos.


—Tú siempre estás de mal humor—agregue antes de llevar la taza a mis labios.


—Me encanta el apoyo que me das, ¿Sabes? —el sarcasmo en su voz me saco una sonrisa—. ¿Qué te pondrás tú? —se sentó en al sofá del frente.


—No sé—pose la taza en la mesa más cercana antes de tomar la tableta que ella me tendía—. Seguramente tenga algo guardado—saque la mirada de la pantalla cuando la escuche bufar.


—Lo haces tan fácil—aseguro—. Eres la reina, nadie podría criticar tu vestimenta—alce mis cejas en si dirección—. Bueno tal vez sí, pero nadie te lo dirá en la cara.


—Tampoco a ti.


— ¡¿Y si lo hacen?! —deje de prestarle atención cuando chillo eso.


Tome mi te mientras respondía algunos correos que tenía pendiente, invitaciones importantes, agradecimientos por presentes que ni siquiera yo había enviado, anuncios de mis nuevas adquisiciones y lo importante, correo de Elaine.


No es como si habláramos algo con exactitud, solo me adjuntaba las invitaciones que tenía que aceptar por obligación, antes de preguntarme por su hijo.


—Katherine—la llame cuando termine de copiar y pegar muchos mensajes—. ¿Sabes quién es Theo? El que está de luto.


—Theo Lexington—dejo de lado el libro que había tomado mientras yo hacia mi pequeño trabajo y me miro—. Es un buen partido si eres soltera, pero debes estar ciega para fijarte en el—bufo—. Todavía nadie entiende que le vio su mujer, aparte de su estatus.

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