.Parte Única.

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Manos que tocan, recorriendo todo el espacio que se les hes posible

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Manos que tocan, recorriendo todo el espacio que se les hes posible. Tacto que añora un próximo encuentro. Pieles que se rozan en cada movimiento. Arriba. Abajo. Labios que dejan escapar suspiros, jadeos, gemidos, palabras incoherentes. El ruidoso movimiento del placer. Una aventura lenta, suave, duradera. La noche es larga. No importa la hora, sólo que siga albergando la oscuridad en la ciudad. 

Las estrellas iluminando el cielo nocturno. La luna en su llana presencia. Dos cuerpos compartiendo una misma pasión. Encontrándose en la noche, como un ritual. Besos que marcan su camino hacia la gloria. El sabor del placer picando la piel, vibrando en cada segundo. No son conscientes de su alrededor, solamente enfocados en vivir el momento: sentir la satisfacción fluyendo por sus cuerpos.  

No recuerdan exactamente cuando comenzó todo aquello. Sólo saben que se encontraron una noche y la pasión explotó instantáneamente. Una corta conversación de por medio, una habitación de hotel, una cama y sus cuerpos hallándose unidos. Después de eso, el amanecer cubriendolos cálidamente y uno de los dos yéndose sin dejar rastro.

¿Quienes son? Ninguno lo sabe. Se reconocen por sus caricias, sus olores, sus miradas; por todo lo que transmiten sin emitir palabra. No hay necesidad de saber. Sólo dejarse llevar por la noche y la fuerza pasional de ambos. 

Se ayudaron desde su espacio roto sin saberlo. Ambos casados. Relaciones miserables, cayendo a pedazos poco a poco, hundiéndose día tras día. Y a pesar de ello seguían encontrándose sin pensarlo. Como si un magnetismo existiera en ello que los atrae en las noches. 

Un rubio de ojos azules hundiéndose tan profundamente por un castaño de piel canela. Un castaño al que adora dejar hecho un desastre. Unos preciosos labios rojos hinchados. Mechones despeinados de tanto jalarlos hacia atrás. Lo embestía tan duro, tan hondo, chocando contra su próstata una y otra vez, mientras se deleitaba con sus deliciosos gemidos placenteros. Gritos de puro gozo. Gritos que nunca llegaban a pronunciar su nombre.

Pero cada vez caía más por aquel seductor hombre de escasas palabras. Su cuerpo le comunicaba tantas cosas. Millones de sensaciones bullían cada vez que conectaban sus cuerpos. El sudor escurriendo, su boca succionando el sabor de su piel. Sus manos memorizando cada parte de ese espacio terrenal que se volvió su paraíso temporal. Olvidaba que tenía una vida, una esposa, un trabajo. Sólo quería quedarse allí todo lo que le fuese posible. 

Sólo quería que gritara su nombre. Porque estaba cayendo tan mal. Era un error. Ese precioso hombre salvaje no salía de su cabeza. Lo imaginaba en todos lados. No podía permitir aquello. No podía. Porque como él, también tiene una vida, una esposa, un trabajo. Son mundos diferente que se complementan pasionalmente. Pero nada más allá. 

Necesitaba oírlo gritar su nombre, porque así sentiría un poco de calma en tanta tempestad. Su mente, su cuerpo, su corazón. Todo él lo necesita. Inconscientemente sabe que no lo dirá, porque la piel canela que está entre sus brazos no comparte su sentir. 

-¡Ah! ¡Ah!

Los suaves gemidos rebotan en las cuatro paredes de la habitación de aquel hotel que frecuentaban desde hace meses. El castaño se retorcía de placer. Los choque eléctricos dejando su paso por su espina dorsal, demostrando la magnitud del gozo que le hace sentir su rubio compañero. La entrada al paraíso siendo destrozada dulcemente con los golpes certeros en su próstata. Una succión fuerte, junto con una mordida y luego, una húmeda lengua paseándose por su cuello, lo hacen soltar un grito ronco. Y vuelve a sentirse más caliente que antes.

-¡Ah! ¡Más!

La montaña rusa del placer volvió a caer fuertemente, embistiendo con esmero, en busca de saciar su mutuo deleite carnal. Sus cuerpos chocan un y otra vez, acelerando el ritmo. El movimiento certero cambió a uno brusco. Ambos se siente en la cúspide, muy cerca de culminar. Grita mi nombre. Deseó mentalmente el rubio. Apretó al castaño entre sus brazos. Irises azul y chocolate quedaron fijos. Se mordió el labio inferior, tratando de no clamar lo que había pensado.

El castaño se impulsó, clavando sus uñas en su espalda. Suspiró audible. El nudo en su bajo vientre está a nada de romperse. Sólo necesita un empujón más.  Siempre te pongo en la cima. Desaceleró un momento. Luego, retomó las embestidas. He clamado tu cuerpo, tan orgulloso y abiertamente. Sostuvo un poco más cerca, eliminando completamente el espacio, su cuerpo contra el suyo. Así me gusta tenerte cuando tengo mis tiempos difíciles. Se sintió llegar a la cima. Empujó una vez más. Se acercó hasta el oído ajeno y susurró:

-Grita mi nombre.

El castaño se estremeció por completo, dando un poderoso grito y liberándose  en todo su esplendor. Pero no grita su nombre. ¿Por qué no gritas mi nombre? Su esencia bañó sus cuerpos, mojados por el sudor. Respiraban agitados. Sus pechos subiendo y bajando, buscando recobrar su ritmo normal. El rubio salió deshizo la unión, saliendo de su paraíso temporal. Acomodó su espalda contra el respaldar y se cubrió con las sábanas, pasando un brazo por la cintura del más pequeño. Quiero que te quedes.

Cuando el castaño cobró el sentido de la realidad, quitó aquel brazo y se levantó rápidamente. Aún sintiendo los espasmo de su reciente orgasmo, tomó su ropa y se encerró en el baño. Quiero que te quedes aunque no me quieras. Extrañado por aquel comportamiento, se fijó en la hora. Apenas el reloj marcaba las tres de la madrugada. Depositó su teléfono nuevamente en la mesa de luz, y esperó. 

¿Por qué no puedes esperar? ¿Por qué no puedes esperar hasta que caiga fuera del amor?

Aún sigue seduciendo y atrayendo como la primera vez. Toda una fiera animal en la cama. La pared. El baño. El balcón. El sofá. Toda la habitación contiene nuestras huellas. La pasión. Nuestras esencias. Las sábanas siempre huelen a tu característico perfume. 

Quiero que te quedes. Quiero que te quedes a pesar de que no me quieras. 

El castaño salió. Su ropa perfectamente arreglada en su lugar. Como si nada hubiese sucedido. Como si la pasión no lo desarmara. Volvieron a conectar miradas. Vio cuando agarró su saco, la cartera y el teléfono. El cuerpo del castaño se acercó lentamente, curvando sus caderas.  Le entregó una tarjeta, que antes besó delicadamente. Lo miró intrigado, tratando de saber sus pensamientos. Su paraíso. Aquel hombre del que desconocía su nombre, pero del que conocía otros aspectos... Giró sobre sus talones y caminó hasta la puerta. Antes de salir, lo observó una vez más. Grita mi nombre. Sólo grita mi nombre y seguiré mi camino. Le guiñó un ojo, con esas preciosas pestañas rizadas. Y se marchó. 

Observó la tarjeta entre sus manos, paseando sus dedos en la fina letra.


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No gritaré tu nombre. Simplemente te dejaré ir.

Tony

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⏰ Última actualización: Jan 11, 2019 ⏰

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Grita mi nombre - Stony Au.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora