—O tal vez no. Siempre has dicho que es un tonto sin remedio— Loki asintió, pasándose las manos por la cara y volviendo a sentarse cerca suyo. Thor prefirió seguir haciéndose el dormido y escuchar atentamente la conversación —Sólo háblale con la verdad, él comprenderá y si no, sus recuerdos lo harán cambiar de opinión.

En algún punto de la charla, él volvió a quedarse dormido, pero al menos su mente se aclaró un poco. Había recuperado una fracción importante de memorias. El desenlace de su pelea, y las que le siguieron a esa. El día que Loki se fue de casa para estudiar fuera y la terrible verdad que Odín le reveló sin anestesia cuando el chiquillo parecía incontrolable.

No eres mi hijo y no hay necesidad de que vuelvas a esta casa.

Thor no tenía ni idea de cómo había hecho Loki para sobreponerse a tal cosa, pero estaba seguro de que había sido un golpe tan duro como para alejarse por años. Cuando regresó ya era demasiado tarde, el cáncer había consumido a su madre por completo y él lo odiaba tanto como para no avisarle del agravamiento de su enfermedad. Loki no había podido llegar a tiempo para despedirse de la madre que adoraba y Thor no hizo más que mirar y disfrutar de su propia crueldad.

Loki le había roto el corazón, pero lo que él le hizo en venganza, había sido mil veces peor. Se sentía tan avergonzado de sí mismo que era incapaz de mirarle a los ojos.

Lleno de amarga culpa dejó que las lágrimas se agolparan en su único ojo, el menor intentó buscar su atención, pero Thor estaba furioso consigo mismo, sin honor, sin honra, desmoralizado ¿qué clase de hombre había sido? ¿Cómo era posible que Loki hubiera perdonado tal atrocidad? La única respuesta lógica era el tiempo, años y años para olvidar tal evento.

Y ahora, él volvía a vivirlo porque ese debía ser su karma. Revivir su maldad.

—¿Hace cuánto?

—Catorce, quince años casi. No te tortures, por favor. Ya ha pasado mucho desde entonces.

—Te lastimé tanto.

—Nos lastimamos mutuamente.

—Debes de odiarme, Loki.

El pelinegro negó, comenzando a deslizar sus dedos en una caricia suave por su cabello al ras. Era una sensación sumamente extraña, su hermano solía hacer eso cuando eran muy pequeños y compartían habitación. Esos días que para él apenas habían sucedido hace un par de años atrás, ahora se sentían terriblemente lejanos, como si nunca hubieran existido.

Estaba tan confundido y tan miserable.

—Jamás te he odiado, Thor.

Por inercia, el grandote se giró buscando la verdad en su rostro y para sorpresa suya, Loki lo cobijó entre sus brazos, como si fuera el mocoso veinteañero de su cabeza y no el rudo agente del FBI que todo mundo le pintaba. Loki le consoló sin palabras, como nadie nunca había hecho antes.

—¿En qué me he convertido, hermano? ¿Quién soy ahora?

—Eres mi familia y lo único que tengo en este mundo— confesó sin atisbo de dudas, limpiándole las lágrimas de cocodrilo que habían surcado sus mejillas —No importa lo que recuerdes, o si te conviertes en alguien más después de esto. Nunca dudes de lo importante que eres para mí. Métetelo bien en esa cabeza dura que tienes ¿entendido?

Pasada la hora de almuerzo, una nueva tanda de doctores se acercó buscando cualquier signo de decaimiento o empeoramiento de su condición. Internamente se alegró cuando pospusieron el alta, para mantenerlo en observación en caso de una nueva crisis. No se sentía preparado para hacerle frente a su realidad, menos con el cargo de conciencia que estaba acarreando.

Volviendo AtrásWhere stories live. Discover now