Melody sintió aquellas palabras como un fuerte golpe en medio del pecho. Su voluntad tembló un instante. ¿Aquello era lo que había sucedido? ¿Por eso ella no podía dejar de sentirse tan mal y llorar? Tenía sentido, cada maldita pieza encajaba bien en su lugar, pero no era momento para auto-lamentarse. Porque aún si él estaba muerto, aún si su presencia dentro de su cabeza no era nada más que una secuela de su manipulación, él era quien había logrado que ella fuera contra el velo. Y, utilizada o no, le debía su salvación. Aún si ella no había podido salvarlo.

—¡Ustedes no me dejaron salvarlo! ¡Por su culpa no pude intentarlo de nuevo! —gritó Melody y cerró fuertemente sus manos—. Fue todo tu maldita culpa. Todo lo que ocurrió en primer lugar fue a causa de tu maldita culpa. Y te puedo asegurar algo, al final de esta noche yo habré ganado. Porque de un modo u otro, me asegurare que tú no obtengas lo que quieres.

—Lo dudo mucho.

—¿No lo he hecho ya? —preguntó Melody y rió tristemente—. Nathaniel Devang está muerto. Por mi culpa no tienes tu dorado trofeo en tus manos. Por eso te desquitaste tanto conmigo, por eso me odias tanto. Esto se trata de algo personal. ¿Qué sucedió? Y por favor, no me digas que sentías algo por él, era demasiado joven para una anciana como tú. ¿Es eso una arruga lo que hay en tu rostro?

Ella no supo de donde sacó la fuerza para la cruel burla. Maldita sea, su cuerpo dolía y se sentía débil. ¿Qué tan fuerte se había golpeado? Nada roto o grave al menos pero necesitaba un poco más de tiempo para recuperar el aliento. Principalmente, necesitaba hacer tiempo. Si mantenía la atención en ella entonces nada le sucedería a los demás. ¿Y qué era ella después de todo? Tenía que proteger la información que sabía sobre el joven, porque si no había podido salvarlo era lo mínimo que le debía entonces. Y cumpliría con aquello, fuera escapando de allí o llevándose aquellas palabras a la tumba esa misma noche.

La mujer del traje blanco extendió una mano y uno de sus hombres puso una porra en esta. Ella se acercó con pasó firme y calmado, pero su fría expresión ya no era tan inescrutable y un músculo en su mandíbula temblaba mostrando que Melody había tocado un punto sensible. Y rió sin poder evitarlo, porque no sabía qué de lo que había dicho la había golpeado de ese modo pero rió al imaginar lo más ridículo.

—Eres peor que una cucaracha. Porque no importa cuántas veces intente deshacerme de ti, cuántas veces te pise creyendo haberte dado, tu asquerosa presencia sigue existiendo en este mundo.

—Ya sabes lo que dicen, las malas hierbas son difíciles de eliminar. ¿Qué se siente saber que el trabajo de tu vida depende de mí porque está dentro de mi cabeza?

—Él fue tan malditamente estúpido al cogerte a ti. No debería haberme sorprendido que muriera por tu culpa, maldita idiota. ¿Tienes idea de lo que le has costado a esta empresa por eso? ¿Tienes idea de lo que le has costado al mundo?

—¿Y qué hubieras hecho de cogerlo? ¿Torturarlo y experimentar con él? ¿Mantenerlo encerrado como una pequeña mascota de tu agrado? El velo no hubiera tenido efecto alguno en él. ¡La muerte es mucho mejor al destino que le esperaba de ser atrapado! Y en todo caso es tu culpa todo esto. ¡Lo cazaste durante toda su vida! Tú misma lo dijiste, desde que era un niño. ¿Tienes idea de como debió de haberse sentido aquello? Sin familia, sin hogar, sin nada más que una amenaza sobre él por tu culpa. Hiciste sufrir a un pobre e inocente niño.

—¡No hables de hacer sufrir a un niño! —gritó la mujer fuertemente y entonces la golpeó con la porra.

Melody gritó de dolor y cayó al suelo impulsada por el golpe. No había imaginado que la mujer sería tan fuerte. Su cabeza daba vueltas, la porra la había alcanzado justo en su mejilla como si la mujer hubiera pretendido decapitarla con aquel golpe. Era un milagro que su mandíbula no se hubiera quebrado aunque aquello dejaría un lindo moretón para más tarde. Eso sin contar que la desorientación en aquel momento no era de lo más conveniente. Saboreó su propia sangre en su boca, aquello agregaba un labio cortado a la lista de lesiones. Escuchó el ruido de varios seguros al ser retirados de las armas cuando alguien quiso intervenir pero desistió al ser consciente de la mayor amenaza.

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