—¿Podrían recordarme a partir de qué día mi vida se volvió una mierda? —musité—. Ya ni siquiera estoy segura de que fue el día de mi muerte.

Hubo un momento de silencio y levanté la cara, con algo de polvo y pelos de gato, sin esperar una respuesta. Finalmente, después de un minuto entero sin mediar palabra, Nora corrió la silla frente a mí y se sentó.

—No, Serena, lo siento. Pero él te hubiese matado de todos modos porque ya te había elegido.

Luca se inclinó hacia mí y me limpió el polvo de la nariz.

—Ella tiene razón.

—Es lo más tierno y dulce que me han dicho en la vida —contesté, con sarcasmo—. Ya sé que si no hubiese sido ahí, hubiese sido en otro lado —murmuré—. No puedo escapar de esto. Solo que no puedo evitar preguntarme porqué.

—¿Y por qué te eligió la muerte, eh? —dijo la anciana, levantando la voz y logrando que la mirara—. ¿Por qué tú, de entre todas las víctimas? ¿Por qué alguien no alguien ajeno al ritual? Esas son las cosas que debes preguntarte ahora, porque es lo único que puede definir tu futuro. El tuyo y el de todos los demás, en realidad. Si eres un ángel de la muerte, entonces deberías preguntarte qué es lo que tienes que hacer.

Apreté los labios y desvié la mirada. Sí, nuevamente, yo ya sabía que preguntarme sobre el pasado no tenía caso, pero todos ellos podían hablarlo fácilmente porque no lo habían vivido. Me había costado muchísimo aceptar a la Serena que era, esa del tatuaje que vivía en dos mundos a la vez, y dejar de ocultarla como para, así de la nada, dejar de preguntarme porqué me había pasado todo eso. Era un pensamiento que permanecía en el fondo de mi inconsciencia y estaba segura de que estaría allí por siempre.

—Supongamos que no puedo contactar a la muerte... —dije, entonces—. ¿Qué hacemos? Aún así tenemos que pararlo.

Nora también apretó los labios y empezó a correr libros de la mesa.

—Bueno, en estos instantes, él debe estar como loco, tratando de rehuir del hechizo en el descampado de Hochtown. Creo que deberíamos seguir el plan inicial, cercarlo y matarlo.

Arrugué la frente, por un momento creyendo que matarlo no solucionaría nada. Pero, después, me acordé que eso era lo que deseaba hacer desde hacia mucho tiempo y la sensación de confusión desapareció.

—Hay que ir por él, entonces —dijo Luc, agarrándome ambos hombros y frotándomelos con cariño, mientras Edén corría la cuarta silla de la mesa para sentarse también.

—Se acerca el solsticio —dijo la abuela, agarrando el libro de la muerte—. Les recomiendo hacerlo lo más pronto posible.

—Dejaremos a Edén aquí, segura. Hay que contemplar la opción de que el demonio le de ayuda. Serena y yo espiaremos el sitio para ver cuando se acerca a él. Luego, lo cercaremos y ella lo asesinará. Se terminará la entrega de las almas y las mismas quedarán liberadas —propuso Nora, sacando un papel viejo de debajo de otra pila de libro y agarrando un lápiz casi sin punta para empezar a anotar sus ideas.

—¿Estás segura? —inquirí. Necesitábamos la certeza de que una vez que él muriera, ninguna otra persona pudiese completar el ritual y entregar nuestras almas.

Nora levantó la vista del papel y otra vez, como tantas otras antes, me pareció que no me mentía, que estaba convencida de ello. Quizás lo había encontrado en algún otro libro de magia.

—Sí. El ritual también requiere un trato de sangre del asesino con el demonio. Él selló el compromiso antes de empezar a matarlas.

—Por lo general —intervino la abuela—, los pactos con los demonios tienen plazos, por eso hablamos del solsticio. Dependiendo la importancia de cada uno de ellos se otorgan meses o años. Debido a la rapidez con la que ha asesinado durante el 2018, podemos suponer que efectivamente se le acabará el tiempo el 21 de diciembre.

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