«Solo quiero tu felicidad»

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—Alfred-san, por favor, ¿puedes ir a llevarle estos papeles a Arthur-san? —preguntó, el vicepresidente del consejo estudiantil.

—Eeeeeeeeh?! ¿Por qué yo? ¿Por qué no puedes ir tú, Kiku? —preguntó, el estadounidense de ojos azules, haciendo un puchero.

—Tengo que ir a escribir el artículo sobre la fiesta de Navidad del instituto. Por favor, Alfred-san, eres al único que se lo puedo pedir —pidió, el japonés—. Si me hace este favor le dejaré jugar a Detective Pikachu durante todo el fin de semana.

—¡Hecho! —respondió de inmediato. Cogió el montón de papeles que llevaba Kiku en sus manos y se fue corriendo a la sala del presidente del consejo estudiantil.

Alfred F. Jones estaba en su primer año de preparatoria en un instituto de Inglaterra. Se había mudado desde Estados Unidos cuando tenía diez años, ahora estaba por cumplir los 16. Y, por casualidades de la vida, Arthur Kirkland, el presidente del consejo estudiantil, era su vecino desde que llegó, sino que también era su crush. Alfred estaba completamente enamorado de este inglés malhumorado y mal cocinero.

Sin embargo, sabía perfectamente que su amor no era correspondido. Alfred había visto como Arthur miraba a Francis, un amigo suyo. Le miraba como él le miraba a Arthur. Aunque, eso le daba igual, es decir, le dolía que no fuese amor correspondido, pero con estar junto Arthur como amigos le llegaba. Además, él solo quería su felicidad y si para tenerla el inglés debía estar con el francés, pues que así fuese.

—¡Buenos días, Arthur! Te traigo unos papeles por parte de Kiku —anunció, entrando de golpe en el despacho sin darse cuenta de la situación en la que llegó hasta pocos segundos después—. Creo que tienen que ver con la fiesta de Navidad. Por cierto, ¿te apetecería ir...? —su voz se cortó cuando alzó la mirada y se encontró con aquella escena.

Francis se encontraba abrazando al ruborizado inglés, teniendo sus rostros muy cerca. Y parecía que el inglés quería apartarle. Aunque teniendo en cuenta lo tsundere que era eso lo haría incluso a pesar de que quisiese el beso.

—L-Lo siento... N-No quería interrumpiros... —dijo, nervioso y con las mejillas rojas. Corrió a dejar los papeles en la mesa y se dio la vuelta para salir de allí—. Ahora mismo me marcho. Tranquilos, no le contaré a nadie... —dijo a gran velocidad y cerró la puerta, dejando a Arthur que se había apartado del francés para decirle algo al americano.

El rubio estadounidense se llevó una de sus manos a su pecho, el cual latía a gran velocidad. Sus mejillas estaban rojas y su corazón dolía. «Es lo mejor. Así podrá ser feliz» se repetía en su mente mientras quería calmar el dolor de su corazón.

—¡Alfred! —gritó, su otro mejor amigo—. ¡Menos mal que al fin te encontré, llevaba todo el día buscándote! —dijo, el español, Antonio.

Alfred se giró para verle al oír su nombre y sonrió ampliamente, o eso creía.

—Hey... ¿Qué ha pasado? ¿Por qué lloras? —le preguntó y se acercó rápidamente a él. Alfred ni siquiera se había dado cuenta de que había comenzado a llorar. Con sus manos se secó las lágrimas como pudo y volvió a sonreír como pudo.

—Ya sabes, dude, lo de siempre —respondió y se encogió de hombros.

—¿Arthur? —el americano asintió—. Esto no puede continuar así y lo sabes... Venga, vayamos a tu casa y me cuentas. —comentó y le rodeó con el brazo por los hombros mientras comenzaban a caminar por los pasillos de la escuela.

Antonio había llegado pocos años después que Alfred, y este al ver lo solitario que estaba decidió ser su amigo. Pues le recordaba a cuando él había llegado a este país. Aunque ninguno de los dos pensó que pudiesen llegar a ser tan buenos amigos. Se contaban todo y confiaban plenamente entre ellos, eran inseparables.

Christams love [UsUk/UkUs]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz