—Pues mira que es de mala educación escuchar conversaciones de otros. ¿Acaso no te lo enseñaron?

—Veras, la verdad es que sí. Me gustaría que me lleve al colegio. No sabes como todos me envidiarían que llegase con un chico guapísimo —se explicó ella en un susurro.

—Ya. —No tenía la intención de continuar con ello, así que eso lo dije de forma secante e irritada, también porque me había dado un picotón en el corazón.

—Entonces, ¿vienes, Lisa? —preguntó Dylan.

—¡Sí, claro! —espetó ella, emocionadísima. Se subió rápido, Dylan le tomó las manos y las enrolló en su cintura, y ella las enganchó ahí—. Adiós, Alan.

—Sujétate —le advirtió él y después ya no se encontraban a mi lado. Antes de arrancar él me guiñó el ojo.

Ahí supe que no lo veía con los mismos ojos que él me miraba a mí. Justo con esa escena pude sentir como ese sentimiento crecía a cada instante. Se me encogió el corazón y mi mandíbula apretada. Es decir, yo lo veía como alguien con quien me gustaría estar. Pero estaba seguro que él sólo me veía como un chico que se apareció en su vida para ayudar a conseguir una de sus metas.

Me apresuré a llegar a la parada de autobús, porque no quería encontrarme con Santiago. Aunque no sabía dónde estaba, podía aparecer en cualquier momento.

Cuando llegué al colegio solo, vi que Lisa hablaba con unas compañeras de su curso y después vi que se dirigía en dirección opuesta a la que yo tenía que ir. «Traicionera, me dejaste por un chico guapo», pero tal vez eso no era lo que molestaba.

Corrí por el pasillo hasta dar con Nina que estaba sentada en frente a la puerta del salón, apoyada a una pared con los ojos a punto de cerrársele. Me senté a su lado y esperé a que abrieran la puerta del aula.

—¿Qué tal tu fin de semana? —pregunté.

—Nada, solo viendo el celular. ¿Sabes lo que ha pasado en el pueblo?

—No estoy enterado.

—Siguen los robos y ahora otra chica ha desaparecido, despareció en la fiesta del fin de semana. Igual que la chica que dicen que se fue con su novio.

—Tal vez alguien la secuestró —apunté.

—No creo, en nuestro pueblo no suceden esas cosas —soltó con un bostezo.

—Están ocurriendo robos, Nina.

—No puedo soportar que me hagan venir temprano al colegio. Es una falta de respeto a mis horas de sueño —se quejó. Se apoyó en mi hombro y cerró un poco los ojos—. Si me ves fea es porque nunca tengo mi debido sueño reparador.

Solté una pequeña risita.

—¿Sabías que hay más probabilidad de morir por falta de sueño que por no comer? —Ella de inmediato me vio con los ojos entornados.

—¿En serio? —preguntó y yo sólo asentí. Mantuve una risa dentro de mi boca, sin embargo, ella sólo se volvió a recostar en mi hombro—. Bueno, otra cosa para echarle la culpa al colegio. Si muero es porque me hacen despertar temprano.

—Eres un caso perdido.

—Sí, eso ya lo sé. Pero no hay nadie mejor que yo para ti. —Me guiñó el ojo y sonrió, sólo pude devolverle la sonrisa y empujarla un poco.

—No te pongas cariñosa.

—¿Y qué? Que sea vergonzoso no le quita lo verdadero.

—Vale, pues yo también te quiero. Pero no lo digas muy seguido que podría perder el sentido.

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