Parte única.

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Había conseguido detener la propagación del síndrome. Su corazón casi se había paralizado cuando daba por perdida la batalla.

"Se acabó"

El alivio y la tristeza inundaron por partes iguales el pequeño cuerpo de Masaru. Los horrores y esa guerra sin sentido finalmente terminaron.

Ahora volvía a la Tierra. En su pecho se arremolinaban esos pequeños sentimientos de lástima hacia Faceless. No pudo evitarlos.

Un hombre que cientos de años lo único que vivió fue soledad y amargura; cegado por un odio absurdo que lo hizo perder todo. Y cuya ambición y egoísmo lo terminaron por destruir de una manera miserable.

Masaru incluso llegaba a recriminarse empatizar con ese sujeto, pero no podía evitarlo.

...

Al llegar a la estación lo primero que escuchó fueron los vítores de alegría de las personas que allí se encontraban.

Pudo distingir los rostros llenos de lágrimas de felicidad de Lise, Heima y Ryoko. Además de algunos militares y otras personas que no conocía.

Una pequeña sonrisa comenzaba a dibujarse en su cara maltratada y llena de heridas.

Solo dio un par de pasos y el abrazo de alguien lo detuvo en su andar.

—Masaru.

Abrió ampliamente sus ojos al oir su nombre, podía fácilmente reconocer a quien pertenecía ese tono de voz. Esa mano cariñosa sobre su cabeza era inconfundible.

Hace mucho tiempo atrás esa caricia le hacia sentir tanta calidez y seguridad y todavía ahora surtía el mismo efecto en él.

Sus ojos comenzaron a vidriarse, había lágrimas amenazando con desbordarse. No conseguía hilar su voz correctamente.

—E-er...

—Te has vuelto fuerte, mi muchacho.

Era Narumi.

Y permitió soltar su llanto sin reparo aferrándose a ese pecho tan robusto. Dejó ir todos esos sentimientos embotados que había acumulado, frente al hombre que tanto apreciaba y admiraba.

Y con el que soñaba volver a ver algún día.

Narumi separó lentamente a Masaru de si para poder mirarlo. Le dedicó una sonrisa llena de cariño al muchacho frente suyo, mientras éste le devolvía el gesto en una mueca aún más grande y brillante.

—Tu sonrisa sigue siendo la mejor del mundo.

—Me recuerdas... —los labios del niño temblaban levemente.

—Gracias Masaru, de no ser por ti yo quizás nunca hubiera abierto los ojos.

Nuevamente el chico se colgó al  cuello del hombre, quien devolvía el gesto sobando cuidadosamente su espalda.

Y sin previo aviso unos delgados y finos brazos los envolvieron a ambos. Un calor tan agradable y reconfortante comenzaba a deslizarse por Masaru.

Era un sentimiento que yacía olvidado en los rincones de su mente, de su alma. En una lejanía inmensa pero que ahora comenzaba a rememorar.

Levantó su mirada hacia aquella persona, Shirogane con el rostro bañado en lágrimas lo observaba como siempre había hecho, con los ojos lleno de un infinito afecto.

No dijieron nada más, los tres permanecieron callados. Abrazados.

Y los presentes solo pudieron guardar silencio ante la conmovedora escena.

AvancerWhere stories live. Discover now