CAPITULO 1: Y Así comienza.

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Antes que nada, me gustaría preguntarles algo: si les dijera que morí y reencarne en un mundo de fantasía, ¿me creerían?

A lo mejor ustedes vendrán y me dirán: "sí, claro, lo que tú digas" o quizá con "¿de qué carajos estás hablando? Eso es imposible" Pero puedo jurarles que lo que me paso fue verdad y lo que viví en carne propia es algo que jamás olvidaré.

¿No me creen? Pues déjenme contarle esta historia. Mi historia.

Pero no nos adelantemos.

Me presento: me llamo Miguel García, iba en cuarto de preparatoria y, antes de que eso pasara, vivía en la ciudad de México con mis padres, mi abuela y mi hermana menor Gabriela, quien es unos 4 años menor que yo.

Solía pasar la mayor parte del tiempo ya sea jugando videojuegos o escuchando música desde mi computadora o celular (generalmente, siempre es por mi celular). También me gusta dibujar, especialmente animales mitológicos, ya que me gusta ver películas de fantasía y leer libros de este género tales como: Harry Potter, las crónicas de Narnia, el Señor de los anillos, entre otras.

Ya habían llegado las vacaciones de verano, lo que significaba que ya había terminado la escuela. Pero el próximo año iba a cumplir 18 años y es así que mi papá me había estado insistiendo en que buscara un trabajo, ya que, según él, no quiere que me pase el verano "haciendo nada". Ojalá le hubiera hecho caso. Tenía 17 años, que es donde comienza la historia, y lamentablemente, no estaba preparado para lo que sucedió.

Así que imagínate, si quieres: un martes por la tarde soleada en julio. Son más de 20 grados en la temperatura, en el centro de Coyoacán. Ahora coloca una casa estilo provenzal, casi como cualquier otra casa en aquella delegación. Estamos en la azotea de mi casa, el lugar más tranquilo que conozco. No era tan diferente a las demás. Era la típica azotea de una casa cualquiera. Un espacio completamente vació, salvo por los bordes que la rodeaban y un tinaco de agua justo encima de la entrada al cuarto de lavado y las escaleras.

En ese mismo momento, estaba sentado en el piso recargándome sobre la pared detrás del cuarto de servicio, escuchando música con mis audífonos puestos mientras dibujaba en mi cuaderno. Lo que dibujaba era nada más y nada menos que; un dragón europeo.

Probablemente era la tercera vez que dibujaba unos de esos, pero no podía evitarlo. Me fascinaban los dragones, desde que era niño. ¿Por qué me gustan? no estoy seguro; quizás sea por su fuerza, su poder, su capacidad de volar e ir a donde quieran ir, hacer lo que le den la gana...

Me detuve un momento para mirar mi dibujo inacabado. Solo me hacían faltan las patas y las alas, pero no pude evitar ver lo bien que me estaba quedando hasta ese momento. Sonreí levemente y seguí dibujando.

De repente la canción que estaba escuchando dejó de sonar, y en su lugar, fue reemplazando por el tono de llamada del celular.

Dejé de dibujar y, poniendo mis audífonos sobre mi cuello, tomé mi celular y le eché un vistazo.

<Llamada entrante>

<Eduardo>.

Sonreí y contesté la llamada.

―¿Hola?― pregunté.

―¡Qué onda wey! ¿Qué andas haciendo?― respondió Eduardo.

Eduardo era un viejo amigo mío; lo hemos sido desde la secundaria y nos llevamos muy bien. Es casi como un hermano para mí.

―Pues...―miré a mí alrededor por unos segundos y respondí: ―Aquí, perdiendo el tiempo, ¿y qué se te ofrece?

―¡No te hagas, Migue!― respondió Eduardo con un tono estupefacto. ―Acuérdate que me prometiste que me acompañarías a "ya sabes donde"―

Dark Spirit: el guerrero espiritualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora