De allí en adelante no sería fácil, estaba lleno de dudas y no sabía ni por dónde partir o si deseaba saber en realidad la respuesta. Su hermano y el propio doctor le habían sugerido que lo tomara con calma y que fuera asimilando su entorno paso a paso, de otro modo, podría empeorar.

Pasada la madrugada se levantó con cuidado, sintiendo un breve mareo y el dolor de sus costillas rotas. A rastras llevó el tubo de acero con la bolsa con suero y se encerró en el baño de la habitación. Al encender la luz y observar su reflejo, se quedó pasmado en su lugar, pues el hombre que le devolvía la mirada en el espejo era uno muy severo, casi una copia de su padre cuando era joven, (un dato bastante perturbador para la mente de un veinteañero). Se podría decir que había madurado bastante bien, era muy alto, macizo como roca y su estado físico parecía mejor que el que tenía siendo atleta. Por lo que podía imaginarse que su trabajo era uno que requería una fuerza física enorme muy ad hoc a si mismo.

Evidentemente todo no podía ir a las mil maravillas, su cabello largo y rubio que siempre había mantenido hasta los hombros ahora estaba corto casi a ras y uno o dos tonos más oscuros del original. Y qué decir de mi ojo, pensó al quitarse el parche oscuro que Loki le había entregado, genial ahora soy el tuerto, debo ser el objeto de chiste de todos mis amigos.

Pero lo que era peor era la realidad.

—Treinta y siete años. Me he olvidado de la mitad de mi vida. Simplemente genial.

Intentó no entrar en pánico a la mañana siguiente, cuando Loki le dejó solo, para asearse y lucir presentable. Todas sus alarmas habían entrado en alerta al darse cuenta de que tanto él como su hermano usaban un juego de anillos dorados en el dedo anular.

—¿Estás casado?

—¿Perdón?

—¿Lo estoy yo?— preguntó señalando sus anillos. Loki boqueó como un pez fuera del agua.

—Es mejor que lo hablemos con más calma, más tarde. Yo debo ir a casa. Sif y los demás llegaran en un rato, así que eso— básicamente, había huido dejándolo aún más confundido. Como si no fuera suficiente con la smarth TV de su habitación o toda la nueva tecnología de la que no tenía ni idea.

Treinta minutos había tardado en dar con el volumen del aparato. No quería ni pensar cómo utilizar el teléfono que Loki le había entregado, objeto que más parecía un espejo negro que lo que el recordaba como teléfono.

—¿Cómo te sientes, viejo? ¿También te olvidaste de nosotros?

No le fue difícil saber que aquel de barba graciosa y sonrisa burlona era Fandral, a ser sincero, sus amigos no habían cambiado mucho, salvo que lucían más viejos. Hogun, Volstagg y Sif le saludaron con gran algarabía y risas. Por suerte, había cosas que se mantenían con el tiempo.

Todos se acomodaron a su alrededor y le hablaban de todo y nada para su tranquilidad, pues no se sentía preparado mentalmente para ponerse al día con diecisiete años perdidos.

En algún momento de la visita, Thor se vio envuelto en las historias épicas de sus aventuras, aunque en más de alguna se preguntaba que tan ciertas eran o si solo querían jugarle una broma, como el hecho de descubrir el nombre del trabajo peligroso que Loki tanto odiaba y que a él lo mantenían en forma. Agente del FBI, era un jodido Bruce Willis o algo similar por como lo describía Fandral. Mantenía su propio escuadrón y Nick Fury, al que su hermano se había dedicado a maldecir todo el día anterior era su jefe. No habían querido darle grandes detalles, pero por sus costillas rotas y golpe en la cabeza, la misión había fallado y Loki iría en busca de cabezas muy pronto.

—Es muy diferente de cómo lo recuerdo— murmuró jugueteando con una especie de pudin sin azúcar. Estaba descubriendo que en el futuro la comida del hospital había dejado de tener sabor. Y él sí que sabía de comida de hospitales —El Loki de mi cabeza, destruyó mi vida, me odia más que a cualquier otra persona en el mundo y no tengo ni idea de la razón.

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