¿Y ahora, qué?

17 0 0
                                    


Seguramente jamás lo sabrás: no fue casualidad que te hablara a ti, precisamente. Yo te elegí. Tal vez sí fue mera coincidencia que termináramos sentándonos el uno frente al otro, pero fui yo quien decidió conocerte. Si hubieras sido cualquier otra persona, como el chistosito de la clase o el que se gana a todas las chicas, simplemente hubiera pasado de ti, ignorando tus ojos, tu mirada, tu presencia, tu existencia. Sin embargo, eras tú, un chico callado, de lentes, solitario. Eras como yo. Y eso fue lo que me interesó.

Es difícil encontrar a alguien en quien te veas reflejado, y sin embargo, ahí estabas, justo como si tuviera un espejo delante de mí, un espejo que me mostraba una versión mía, pero en hombre.

Y por eso di el paso. Por eso tragué mi orgullo, convertido en una gran cantidad de saliva, y te saludé. Claramente, te sorprendí. No esperaba otra reacción: ¿por qué alguien te haría la plática, sin más, precisamente a ti, un callado, un solitario, un marginado? Conocía esa sensación a la perfección.

Obviamente no te iba a decir eso, no quería hacerte sentir mal, como muchos me habían hecho sentir antes, así que simplemente te dije: "Porque seremos compañeros todo un ciclo escolar. Nos haría bien conocer a algunos un poco." Aceptaste mis palabras y seguimos conociéndonos un poco mejor.

Era difícil adivinar quién era más callado de ambos, si tú y yo. Puede que fuéramos a la par, o quizá yo te ganaba por una milésima, por un 0.001%. Es difícil encontrar resuelta esa información. Sin embargo, nos entendíamos, con esas pocas palabras que compartíamos dos veces a la semana, tres si teníamos suerte. No importaba: nuestro silencio nos conectaba. No sé tú, pero a mí me encanta nuestra silenciosa relación.

También me encanta que, aunque las palabras sean pocas, terminemos sacando conclusiones de más. Palabras tuyas, palabras mías, ambos terminamos encontrándoles un doble sentido, a veces correcto, a veces erróneo. No obstante, esos pequeños cambios de contexto me dejan ver que te preocupa lo que dices, lo que me diriges, al igual de que te percatas de mis mensajes no verbales, a pesar de que te los desmienta falsamente.

"Eres la persona que mejor me cae", dijiste cuando me pensaste ofendida. "Ella sólo es una amiga", respondiste al recordar que a tu amiga la había llamado "tu chica." No sabría decirlo con certeza, mas pienso que conectamos bien, que alguna vez llegaríamos a encajar como dos piezas de un mismo rompecabezas, que podríamos ser algo más, como dije hacia tu amiga... Sin embargo, temo que, al igual que cuando pensaste correrme con esas palabras, termine preguntándote "¿Y ahora, qué?" ante el gran peso.

¿Y ahora, qué?, pregunto ahora, por si acabas de leer esto.


Leyendo a Seliel DashDonde viven las historias. Descúbrelo ahora