—¡Yo la amaba, Siouxsie, yo la amaba!-Decía Robert entre sollozos, recostado en el sofá, sonándose la nariz constantemente.
—Lo sé. No es tu culpa, no te sientas ma... ¡OYE! -Gritó súbitamente Siouxsie Sioux, logrando esquivar la botella de fijador que el chico le lanzó.
—¡No me digas que no me sienta mal! ¡Veo todo negro nuevamente! ¡Todo me sabe amargo! -Acto seguido siguió llorando, empapando el cojín de lágrimas negras.
Y no, no eran negras porque es un icono gótico, era por el delineador.
—¡Traje más té! -Entró a la habitación Steve Severin, junto a una bandeja con varias tazitas.
—Ya les dije que no quería más té. No puedo estar ahogando mi memoria en el té. -Dijo, con un tono indiferente.
—¿Qué pretendes hacer? -Se acercó la chica.
—¿Traigo tu guitarra? ¿Lápiz y papel? ¿Grabar algo improvisado?
—No, no, nada de eso. –Se levantó lentamente del sofá. –Creo que es hora de un tiempo para mí. De simplemente salir por ahí, relajarme, quién sabe que pasará.
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