There is just one thing I need

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Rafi tiene controlado el plato principal de la cena, así que nos ponemos a ayudar a la abuela y a Marina, que están preparando algo dulce. Rápidamente entablamos una conversación y me siento muy a gusto entre ellas. Trini, su abuela, añade un poco más de harina en un bol y se pone a amasar de nuevo con energía.

- ¿Qué es? - pregunto.

- Pastissets de moniato, es típico de Navidad aquí. Son una especie de empanadillas rellenas de confitura de boniato - me responde Marina.

En cuanto la masa tiene la consistencia adecuado montamos una cadena de trabajo. La abuela va pellizcando la masa y formando pelotitas del mismo tamaño con una precisión digna de admiración. A continuación, Alba las aplasta hasta  formar un círculo de varios milímetros de espesor. Después Marina se encarga de poner el relleno y, por último, yo doblo la masa para darle la forma de empanadilla, pinto con huevo batido y espolvoreo azúcar por encima

- Le das así con el tenedor para que se queden los bordes bien cerrados y no se salga el relleno al hornearlas - me indica la abuela.

Nos ponemos las cuatro en marcha y en poco rato ya tenemos todos los pastissets preparados para meter al horno.

- Alba, quina xicona més templà t'has buscat, esta si que m'agrada per a tu. Llàstima el fil d'aram eixe del nas, en lo bonica que és* - le dice la abuela.

- Iaia! Només som companyes de pis - exclama ruborizándose.

Quizá debería decir ahora que mi madre es de un pueblo de Castellón y entiendo bastante el valenciano, pero me callo. Marina me pide que le ayude a acabar de poner la mesa, así que nos vamos las dos al comedor con los vasos, cubiertos y servilletas. Mientras distribuimos los cinco servicios me comenta que su abuela hoy se queda a dormir en casa para estar mañana cuando abran los regalos y después irse con su madre a comer a casa de una tía suya que vive en Cartagena.

- Como la cama de Alba es nido dormiremos mi abuela y yo ahí y vosotras juntas en mi habitación. No te importa, ¿no?

- Qué va, si ya hemos dormido muchas veces en la misma cama.

Volvemos a la cocina a por los aperitivos, los distribuimos por la mesa y nos sentamos ya todas para empezar a cenar.

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La cena se me pasa volando, he podido aprovechar para ponerme al día, y mi madre y mi abuela han empezado a contarle a Natalia anécdotas de cuando Marina y yo éramos pequeñas. No sé cuál de todas está más contenta. Tenía miedo de que Nat se rayara por pasar estos días sin su familia, pero la verdad es que ahora mismo su cara refleja felicidad. Compartimos una mirada cómplice y volvemos a prestar atención a las historias de nuestra infancia.

Prohibimos a mi madre y a mi abuela que recojan la mesa y les hacemos sentarse en el sofá a descansar, ya han hecho más que suficiente por hoy. Además, que entre las tres llevamos todo a la cocina en un momento. Natalia insiste en ayudar con los platos, pero lo de fregar hoy es cosa de las hermanas Reche.

- Anda, tira al comedor, que eres una invitada y te tenemos que cuidar - le digo.

- Eso, pero a la próxima ya serás de casa y no te libras - bromea mi hermana.

Yo me encargo de enjabonar y Marina de aclarar la vajilla.

- Ya te vale ir a escondidas a estas alturas - me reprocha.

- ¿A escondidas de qué?

- Joder, tata, que te traes a la novia a casa y nos la pretendes colar como una amiga.

La chica del metro // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora