Allí donde solíamos gritar (Love of Lesbian)

63 6 10
                                    

Caminando por el mismo sitio de siempre, a la misma hora de siempre y como siempre, algo se enciende en mí, como una pequeña sensación de malestar. Inquieta, acelero mis pasos intentando que cese, pero en vez de ayudar solo consigo empeorarlo.

"No hagas caso, no es nada"- pienso tratando callar el rumor que ha empezado a crecer en mi cabeza, pero, cuando quiero darme cuenta, he perdido el control de mis pies, acabando en aquel maldito rincón. Aquel que tanto me recuerda a ti. Sin poder frenarme, empiezo a caminar otra vez hacia aquel banco donde pasamos tantas tardes hablando, riendo y sintiendo. Como me hacías sentir... Y como me duele recordarlo y saber que, de alguna manera, aún vives en mí, impidiéndome avanzar a pesar de que haya pasado tanto tiempo. Y ahora aquí estoy, volviendo a nuestro sitio esperando volver a estar como antes, como un perro en la tumba de su dueño, recordando aquellas veces analizando los versos de "Heroes" y cuando te desahogabas gritando a la nada mientras yo te abrazaba por la espalda. Pero en ese preciso instante me levanto y me acerco hasta el borde del precipicio, pues recuerdo todo lo que tuve que hacer para olvidarte; prenderle fuego a todo lo que en algún momento significó algo, incluso a aquel libro que tanto te marcó en tu vida y que terminé quedándome yo.

Y es en ese preciso momento en el que todo lo malo vuelve de golpe como una bofetada y un jarro de agua fría: las discusiones, los llantos... Tanto por tu parte como por la mía. Recuerdos que me ahogan cada segundo de mi existencia, que ahora están peleándose con las iniciales que gravamos en aquel árbol, a ver quién consigue ocupar mi mente y ser la causa de mi inestabilidad, la misma que siento cada vez que tengo que pasar por debajo de tu ventana.

Me siento en el suelo dejando balancear mis piernas en el vacío y, al girar la cabeza te veo a mi lado gritando con los ojos cerrados y las manos en la cabeza, pero se que no eres tú, sino una treta por parte de mi imaginación.

-Grita. Te vendrá bien- me dices tras haberte sentado a mi lado.

-No sé. Siempre me has dicho que no grito lo suficientemente bien- te contesto mirando al frente, porque sé que si te observo detenidamente desaparecerás otra vez, o simplemente al mirarte a los ojos me derrumbaré sin poder evitarlo.

-Es cierto, gritas muy mal-yo solo puedo responder con una risa sarcástica- pero eso no quita que sea la única solución a tu problema ahora mismo porque, siendo sinceros, no vas a hacer otra cosa. No lo has hecho en diez años y ahora no vas a cambiar.

-Me conoces demasiado bien- admito mientras levanto las manos en señal de rendición-. Quizás mi incapacidad de gritar fue lo que acabó con nosotros- Y digo nosotros por no decir "conmigo".

-No digas tonterías- noto que te mueves, pero sigo siendo incapaz de girar la cabeza-. Nada ha acabado con nosotros. Seguimos vivos dentro de tu cabeza. Si no, ahora no me estarías viendo.

Ruedo los ojos- No tienes gracia.

-¿Quien te ha dicho que esa sea mi intención? Nunca acabaremos, solo cuando nos muramos, y aun así siempre estaremos vivos de alguna manera, aunque sea fría.

Como un acto reflejo tras intentar deshumedecerme los ojos, por fin te miro. Y por un momento pienso que eres de verdad, pero la bofetada vuelve a los pocos segundos. Pero es que verte ahí tumbado con tus facciones marcadas, tu lunar debajo del ojo, tu sonrisa de medio lado y tu pelo brillante me hacen sentir una puñalada en el pecho seguido de una dificultad tremenda para respirar. Lo notas, lo sé, pero no haces nada, igual que no hiciste nada las últimas veces.

-Grita

-No sé como hacerlo.

-Sabes que sí.

Y por pura inercia me levanto y miro al frente mientras mis lágrimas hacen una carrera mejillas abajo. Abro la boca pero no me sale la voz, y las manos me tiemblan.

-No puedo.

-Claro que puedes. Es fácil y tú eres demasiado inteligente para no saber hacer algo tan sencillo. Grita.

Esta vez cierro los ojos, provocando que las emociones crezcan hasta el punto de sentirlas en la garganta. Y en ese momento lo siento. De mi garganta sale el grito más grande, más frustrado y más real que he escuchado nunca. Aprieto los puños clavándome las uñas en las palmas, hasta el punto de hacerme sangre, y poco a poco el grito se va apagando y mi cabeza va bajando hasta que no puedo contenerme más y estallo en llanto, pues por primera vez en mucho tiempo me he dado el privilegio de sentir y emocionarme. De ser real.

Cuando por fin consigo calmarme, una corriente de aire gélido me hace volver a la realidad. Me giro buscándote, pero no estás; ni tú ni tu espectro. Pero no me siento mal, sino que me siento tranquila, porque sé que este grito ha sido de verdad, y que donde quiera que estés lo habrás sentido y estarás orgulloso de que por fin haya podido gritar de verdad; incluso más de verdad que los que tú me provocabas.

Aún temblando, vuelvo a caminar para volver a casa, no sin antes despedirme del banco, del árbol y del grito, sintiendo que la parte de mí que se había quedado allí atrapada ahora por fin ha sido liberada junto a todo el dolor que tenía acumulado en mis entrañas, produciéndome un éxtasis de paz que espero que no se acabe nunca. Y no siento miedo, ni tristeza, ni melancolía. Solo paz y tranquilidad. Pero de pronto llego a tu calle, visualizo tu ventana y me quedo observándola atentamente, no sé si es que estoy esperando verte o si estoy tratando de calmar los nervios que están volviendo a florecer en mi interior. Pero no estás ahí, ni te interesa saber que me ha pasado ni que por fin he conseguido gritar, igual que nunca te interesó todo lo que callé, porque, hay que reconocerlo, nunca lo hizo. Tú nunca preguntaste. Así que prefiero quedarme con el recuerdo de tu espectro, el que sí se interesó, el que me enseñó a gritar, el que acabó con la horrible sensación que tú me creaste.

Y dejo de sentir. Me doy cuenta de que te he superado, a pesar de haber tardado tanto tiempo, pero más vale tarde que nunca. Y así, por primera vez en diez largos años consigo pasar por debajo de tu ventana sin sentirme mal, sin echarme la culpa de nada y sin sufrir, dejándote a ti atrás junto a todo el dolor. Porque, por fin, ya hay paz en mi interior. Ya hay paz.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Dec 26, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

CancionesWhere stories live. Discover now