Salgo de mi habitación y me invade el olor a café y tostadas.

- ¡Felicidades! - me grita Alba muy sonriente en cuanto me ve.

- Muchas gracias.

Me acerco para darle un abrazo, no puedo con lo maja que está siendo conmigo.

- También hay naranjas para hacer zumo si te apetece.

Cuando me voy a sentar veo que hay algo envuelto en papel de regalo sobre la silla.

- No tenías por qué hacerlo - le digo abrumada por tanta bondad.

- Espero que te guste, le he puesto todo mi corazón.

Jamás se me hubiera pasado por la cabeza lo que encuentro al quitar el envoltorio. Es un trabajo suyo enmarcado en un cristal. El dibujo está basado en la escultura de Diana de Versalles, pero soy yo. Con el septum, mis tatuajes, mis rasgos, inequívocamente yo, pero exuda una determinación que creo que no tengo. En lugar de un carcaj con flechas asoma la funda de la guitarra, y no hay a un ciervo como en el original sino una especie de ave mitológica posada sobre mi antebrazo izquierdo.
- ¿Qué es? - le pregunto señalando al pájaro.

- Es Bennu, en el antiguo Egipto representaba la creación y la renovación.

Estoy tan emocionada que no me salen las palabras. La seguridad y la fortaleza de la figura traspasan el papel. La abrazo de nuevo y empiezo a sollozar sin poder evitarlo.

- Ay, no llores, por favor. No te quería hacer sentir mal.

Me separo un poco para poder mirarla.

- Todo lo contrario, no puedo describir lo que me haces sentir al haberme dibujado así.

- Es como te veo, una tía fuerte que está renaciendo después de todas las adversidades.

Acaba la frase con la voz un poco alterada por la emoción y lágrimas asomando por sus ojos. La abrazo aún más fuerte.

...................................................

...................................................

Paso el día tan nerviosa que hasta me he tenido que pedir una tila en la cafetería de la facultad. He ido celebrando el éxito de cada eslabón del plan, pero ahora queda el momento más complicado. Estoy ya en casa esperando a que vuelva Natalia de trabajar, faltan diez minutos para las ocho, así que estará al caer. Mi idea es proponerle que vayamos a tomar algo antes de cenar, así pasará menos tiempo en casa, en su habitación, y eso reducirá las probabilidades de que eche en falta su guitarra.

Cuando por fin llega le hago la propuesta y lo único que me pide es que le dé quince minutos para darse una ducha rápida y cambiarse de ropa. Como si nos hubiéramos leído la mente nos hemos puesto las dos muy informales, con sudadera y unos vaqueros. Salimos de casa y no hace mención de nada, así que lo celebro internamente. Es la primera vez que estamos las dos solas tomando una caña, y creo que ambas disfrutamos de la compañía. Tenemos una conversación fluida, con mucha complicidad, risas y sin silencios incómodos. La continuamos cuando dejamos el bar donde nos hemos tomado la cerveza y vamos al restaurante. Me guía ella porque no me ha querido decir dónde ha reservado. Llegamos en nada, solo estábamos a dos calles. Me relajo un poco más, tenía miedo de que cenáramos lejos del PickNick y necesitara meter prisa para estar a las diez y media allí, pero no creo que nos cueste más de cinco minutos llegar. El restaurante es bonito, no había estado nunca. Al ver la carta me doy cuenta de que me ha traído a un vegetariano.

- Es tu cumple, podríamos haber ido a cenar donde tú quisieras.

- Eso hemos hecho - me dice guiñándome un ojo.

La chica del metro // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora