—Y cuando lleguemos, voy a esperar una disculpa —señaló ella, volteando su vista hacía el frente.

Lizardo únicamente volteó a ver a su hermano. No sabían si mentía o decía la verdad, pero lo que era cierto es que tenía una buena coartada.

—Ya esperamos más de los tres minutos —decía Tony—. Tenemos que llevarlas a un buen lugar. El día aún es largo y luego podemos regresar.

Darío no respondió nada, pero siguiendo el corriente de las palabras de Tony dio la orden para que subieran a uno de los autos que tenían para poderse transportar. Un pick-up doble cabina.

Justo antes de que Tony se subiera al volante, vieron aparecer a Leo y Layo.

—¡Vienen detrás! —gritaba Leonardo.

Tony salió corriendo en dirección de ellos para ayudarlo a correr al auto. Los balazos de los hombres de atrás comenzaban a escucharse, el grito de Leonardo los terminó de delatar por completo. Por lo que Darío no esperó ni dos veces para accionar su arma, Emily ya había subido al pick-up, pero no pudo evitar bajar y apoyar a Darío, en lo que Leo y Tony lograban ayudar a Eladio a subir a la cabina del vehículo.

Fue la primera vez que Emily vio como hacía caer al enemigo con su puntería. Y la primera vez que Leo se daba cuenta de que Emily ya no era la misma que conoció tiempo atrás, ahora en cambio era una mujer fuerte y de carácter que lograba hacerse cargo de la situación y ya no la víctima.

—¡Tenemos que irnos señora! —gritó Lagarto.

—Falta mi esposo Darío —respondió.

—No creo que el patrón venga por este lado, y debemos irnos antes de que vengan más y ya no tengamos tiempo para irnos —dijo viéndola fijamente.

Emily tragó saliva al escuchar que Eleazar ya no llegaría por allí, no quería comprar la idea de que existía la posibilidad de que habría muerto; por lo que muy decidida regresó al pick-up, pero no subió a la cabina.

—¿En dónde está Eleazar? —preguntó viendo a Leo fijamente.

—Luego que hirieron a Layo tuvimos que venirnos, él se quedó con Lizardo allá.

—Señora tiene que subir adelante —pidió Lagarto.

Incluso se hubiera atrevido a bajar a Eladio aunque estuviera herido con tal de proteger a la esposa de su patrón.

—Ni lo sueñe Darío, mi esposo no me preparo para seguir siendo la tonta que todos cuidan. Además, es solamente usted disparando —Leo ya no tenía balas por lo que no era de ayuda—, necesito apoyar con eso si hay necesidad —dijo mordiéndose los labios.

Quería ser fuerte, pero le costaba ante la idea de que Eleazar posiblemente no habría podido salir.

—Necesitamos llegar a algún lugar para poder atender a mi hermano —pidió Leo.

Lara reforzó la petición de Leo, por lo que en efecto debían salir de allí para ponerse a salvo y auxiliar a Eladio.

Emily se sentó a un lado de la carga del vehículo con su arma a un lado, estaba alerta a cualquier peligro que pudieran encontrar en la carretera. Leo no pudo evitar verla, estaba completamente cambiada, ese día por suerte había combinado su atuendo con ropa completamente negra y botas por lo que era claro que su evolución había sido muy grande.

Sus miradas se cruzaron por un momento, pero no había palabras. En su mirada había mucha preocupación, y en la de Leo una gran incógnita: ¿En qué momento había cambiado tanto?

Poco a poco iban avanzando en un camino de terracería, cada vez se alejaban más de la carretera, pero en ningún momento Leo podía apartar su mirada de ella, Emily en cambio no tenía tiempo de verlo, no podía con la pena de que Eleazar no pudiera salir vivo, por lo que era imposible que evitara derramar una lágrima, y a él únicamente le quedaba verla. Verla llorar por otro. Y Darío era el único testigo.

Huracán ✔️Where stories live. Discover now