Amz-Ra Hijo de un Dragón

El niño y el Dragón-Editando

En una selva remota en una tierra aún más remota, yacía un niño abandonado de apenas unos días de nacido. Su llanto rompía el silencio de aquella selva, y animales de todos tipos se aproximaban a ver el origen del ruido manteniendo una distancia segura. Entonces un rugido atenuó el llanto y un felino de enorme tamaño con colmillos como espadas, la piel manchada y ojos negros con amarillo salió de unos enormes matorrales. El animal se aproximó al niño, olisqueándolo mientras se lamía los bigotes, parecía no haber probado bocado en un rato y no tenía intención de dejar un tentempié de lado. Su enorme boca se abría mostrando los colmillos mientras se preparaba a dar un único bocado, pero de pronto algo le golpeo y salió volando a las entrañas de la selva. Ahora una imponente criatura escamosa, con cuernos como espadas y un par de alas gigantescas estaba frente a él. Un Dragon había aparecido. Este vio al niño, el cual empezaba a dejar de llorar y con un bramido lleno de fuego el cielo que yacía sobre aquella selva. Tanto el humo como el fuego ahuyentó a todo ser vivo ahí que no fuera una planta. Luego inhaló profundamente y sopló al niño un aire que lo revitalizo. El Dragón lo tomo con cuidado y se lo llevo de ahí. Aquel Dragón voló con rumbo desconocido de vuelta a su hogar, un lugar que se encontraba más allá de cualquier dirección, un lugar dominado por los Dragones.

El Dragón volaba a una velocidad vertiginosa sobre un mar desconocido, hasta que alcanzo a ver unas hermosas rocallosas blancas en donde rompían las olas de manera majestuosa. Sobre estas había un pueblo pequeño con decenas de personas tan bajas como niños con los cabellos rojizos, algunos de ellos montaban pequeños caballos mientras que otros iban sobre ovejas muy mullidas. Tras este pueblo se alzaba un bosque de pinos tan altos como un castillo, y en medio una laguna tan grande que tenía cientos de islas, las cuales extrañamente se movían. Luego de pasar aquel bosque se hallaba una montaña gris como el hierro, la cual humeaba incesantemente y a su pie una laguna de lava con criaturas saltando en ella. Tras ella había un bosque tan rico en vida que cada árbol estaba lleno de flores y frutos y en medio de este había un claro tan tupido de flores que apenas se asomaba la mitad del cuerpo de una inmensa criatura similar a un rinoceronte escamoso. El cuerpo lo tenía cubierto por musgo y flores, los cuernos tenían enredaderas entrelazadas y de su quijada colgaban algunas lianas. En ese lugar descendió el Dragón con el niño y con fuertes aleteos aterrizó sobre las flores.

—No puedo creer que se quede dormido de pie y con los ojos abiertos—dijo el Dragón al niño, quien lo miraba sin entender nada—. Kendros, despierta, necesito un favor.

—Hummm... Diorz... ¿Qué haces aquí?—preguntó aun somnoliento.

—Como dije, necesito un favor... quizá varios. Encontré a esta cría de... algo... abandonada en una selva. No puedo dejarlo a su suerte estando tan indefenso. Así que necesito quien lo cuide—explico Diorz a Kendros.

—¿Quieres que yo lo cuide? Me siento tan halagado por ello, mi amigo—dijo con asombro ya que no solían pedirle favores de este tipo.

—No me refiero a ti, me refiero a tus Menguantes. Había un pequeño grupo por aquí, ¿no es así? Recuerdo a un par de moscas con lenguas afiladas muy diligentes, ellas serian perfectas para cuidarlo. De ti lo único que necesito es comida—dijo Diorz de manera tajante.

—Ah... de acuerdo... si, creo que están en un lugar de por aquí... creo que duermen en un cerezo de por allá... tiene unos niditos de hierba como de pájaro y sus flores son rosas y pequeñas...—dijo Kendros mientras apuntaba su enorme cuerno como ariete hacia un árbol de color rosado. Diorz le tomó la palabra y con un ligero aleteo se elevó y se desplazó unos veinte metros. Aterrizo sobre sus patas traseras y con sus patas delanteras que casi eran manos, cubría al niño mientras lo cargaba.