-Arianne-me llamó mi madre Mary, tapándose la boca por la emoción. ¿Iba a llorar?- Estas preciosa.

Yo me sonrojé ante la sinceridad de sus palabras, rara vez me pasaba, ya me había acostumbrado a los cumplidos por cortesía o falsos, que ni de lejos me creía.

Se secó un par de lágrimas y sonrió con ganas. Mi padre llegó por detrás y la abrazó con sus largos brazos.

Paul era un hombre de 45 años (igual que mi madre) y a mí me recordaba a un duende bonachón. No era mucho más alto que yo, no era gordo, se mantenía esbelto, pero aun así tenía una pequeña barriguita, fruto de esas barbacoas que tanto le gustaban.

Se notaba que de joven había sido un hombre muy atractivo con esos grandes ojos verdes, que siempre te miraban divertidos y bonachones.

Adoraba a Paul.

-Nuestra niña es un bombón-dijo mi madre, mientras que le daba un beso a mi padre. Todas en la habitación giramos la cabeza hacia un lado, para evitar la escena.

-Pero que a ningún goloso se le atreva acercarse-dijo mi padre cruzándose de brazos. Todos reímos y mi madre comenzó a pasarle las manos por los brazos de forma cariñosa, para hacer que se relajase.

-Ya, ya-dijo Lea- Vamos a desayunar que se nos hace tarde.

Después de tomar un delicioso desayuno, que consistía en crêpes con nutella y zumo de naranjas (mi favorito) que preparó mi madre especialmente para mí (normalmente cocinan las cocineras) mi hermana Lea nos llevó a las chicas y a mí al instituto, ya que ella estaba en su tercer año de universidad en la carrera de medicina (Sí, mi hermana iba a ser una futura cirujana) aunque a ella todavía no le habían empezado las clases.

Me están mirando.

Ese fue mi primer pensamiento desde que entré en ese maldito edificio.

Podía sentir cada una de sus miradas inquisidoras, que me revisaban de arriba a abajo como si se tratase de algún sujeto radioactivo. Sentía como mi garganta se cerraba hasta el punto de que necesitaba casi boquear para que el aire entrara en mis pulmones.

¿No podían dejarme en paz?¿Por qué no podían meterse en sus asuntos?

Acostumbrada a no ser nadie y pasar desapercibida, esto era nuevo para mí.

Nunca me había gustado que me mirasen, y ahora mismo estaban sobre mí demasiados pares de ojos.

Me concentré en mirar por donde pisaba, porque no creo que en esos momentos tropezar y caer fuera lo más adecuado. Apreté la carpeta contra mi pecho, como si eso fuese capaz de actuar como escudo contra mis compañeros.

Cada vez me costaba más moverme o respirar, sentía sus miradas despectivas, odiosas o simplemente curiosas sobre mí.

¿Me reconocerían? ¿O simplemente pensarían que era una alumna nueva?

Me sudaban las manos y creo que iba a empezar a hiperventilar muy pronto.

-¿Ivy?-la llamé en un murmullo. Ella me miró con sus azules ojos de forma curiosa-No me encuentro bien.

Ella enseguida captó de que se trataba y con una mirada fulminó a los presentes en ese momento.

-Cómprense una vida por favor-les ladró, para luego tirar de nosotras dentro del vestuario femenino más cercano.

-Fuera-echó Abbie a unas chicas que se encontraban maquillándose. Ellas la miraron burlonas al principio, pero captaron que no debían enfadarla en seguida y se largaron de allí dejándonos solas.

Quiero darte un besoWhere stories live. Discover now