Alas para regresar

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El ambiente crepitó durante un instante, sacudido por la explosión en la Paraxis que había tenido lugar hacía tan sólo un momento. Había sido un ataque conjunto contra una de las naves más poderosas de la Legión Ardiente, pero además, había sido la prueba de fuego de un peculiar grupo. Los soldados del Ejército de la Luz y héroes de Azeroth por igual vitoreaban ese tremendo estallido, pues marcaba un momento decisivo en el devenir de la contienda en el devastado planeta de Argus. Con la Paraxis fuera de los cielos, había llegado el momento de atacar.

Iradiel se volvió hacia un lado. Había mucho que preparar de cara a la ofensiva que se cernía de forma inminente sobre Antorus para acabar con los planes de la Legión de una vez por todas. Sin embargo, se detuvo. El aire dentro de la nave crepitó también, advirtiendo una comunicación entrante. Así lo transmitió el artificiero Romuul.

- Solicitan una transmisión. Es el Mechanar. - dijo en común, con su marcado acento.

Iradiel recuperó la vista al frente y se irguió, mirando al caos de fuego, pedazos despedidos fuera del armazón metálico de la Paraxis y ensamblajes forjados por la Luz que volvían a sus puestos. En todo aquel caos le resultaba complicado ver dónde podía estar el Mechanar. Quizá ya se había retirado, o estaba detrás de la gran nave de la Legión, fuera de su campo de visión. En cualquier caso, a la hora de escuchar lo que pudieran decir, tenía que mirar hacia el centro de mando. Con el permiso concedido, llegó la transmisión de una voz clara y serena, pero firme.

- Aquí el Mechanar. Soy Baelagor Sin'Orel, líder del Ala de Fénix.

- Aquí hemos visto lo q-...

- Claro que lo habéis visto. - interrumpió Baelagor. - Hemos destruido la Paraxis. Tenéis el camino libre hacia la Tumba de Sargeras. El sacrificio de los mejores sin'dorei ha logrado ésto. Sé que Aethas y Liadrin están ahí... Vuestros hombres están con nosotros, también los hemos rescatado. Ahora vamos a volver a casa. Hacedlo posible. Nosotros hemos conseguido lo imposible. Espero que estéis a la altura.

El artificiero Romuul miró hacia atrás, algo incómodo de las palabras de aquel elfo y su mención directa hacia dos de los ilustres pasajeros de aquella nave. Para entonces ya se había formado una pequeña congregación de curiosos alrededor. Iradiel, apoyado sobre una baranda metálica, observó como alguien venía a hacerle compañía, apoyando los brazos sobre el metal, haciendo sonar un choque metálico con sus guanteletes. Era Iliadnil Solámbar, una dama de sangre formidable. Si no fuera por su origen, claramente sin'dorei, y por su menor altura, alguien podría pensar que había caído directamente desde el Bastión Celestial. Alta, de brazos anchos y fuertes y piernas largas, se alzaba en el campo de batalla como una Valkyr, pero vestida con los colores de Lunargenta y sus caballeros. Tenía la melena rubia trenzada en una larga coleta que descansaba sobre su hombro izquierdo. Se mecía ante el pecho cuando se inclinó sobre la baranda para contemplar el espectáculo. Iradiel no podía verle el rostro desde su lado, a su izquierda, pues tenía media cara vendada, tapando el ojo. Tenía un perfil sorprendentemente humilde para su figura, con una naricilla algo pequeña para semejante porte.

- Ojalá hablase así algún que otro elfo más por aquí.

- En lo que a mí respecta, - comenzó a decir Lady Liadrin, dejando a Iradiel con la palabra en la boca antes de poder replicar a Iliadnil.- habéis probado con creces vuestra lealtad a Lunargenta... y a Azeroth.

- Pondré la mano en el fuego por vosotros si es necesario. -añadió Aethas Atracasol.

No era para menos. Cuando Baelagor informó de que "nuestros hombres" estaban con ellos, el semblante de Aethas reflejó el alivio que sentía. Habían perdido a unos cuantos Atracasol en una de las últimas operaciones, y no hubo forma alguna de enviar efectivos a tiempo para el rescate cuando tuvieron constancia de su situación. Más tarde, descubrirían que fue una de las supervivientes a una emboscada la que pudo alertar a éstos sin'dorei de la situación en la que se encontraban, mucho antes de que en el Vindicaar tuvieran noticias de lo ocurrido. Así pues, no era de extrañar que el mago estuviera más que dispuesto a interceder por ellos, después de poner en riesgo sus vidas por salvar a los suyos.

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⏰ Última actualización: Dec 09, 2018 ⏰

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Iradiel LerenthalasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora