A la semana, volvieron a instalarse ahora en el Inframundo y a escondidas. Habían reconstruido la vieja mansión de los Lucifer, claro está que con algunas mejoras, como lo era el poder se indetectable. Ya allí cada uno se dedicaba a sus tareas diarias. Rizevim volvía a casa de su único hijo y torturaba al niño que tenía —una aberración, había dicho—. Euclid se quedaba investigando sobre lo que pasaba en el Inframundo y la guerra de hace millones de años y Catharina se quedaba en su habitación sola y en la oscuridad mientras más se aburría y llenaba de dolor.

Era de día, Catharina bajó a la cocina a hacer su desayuno con algo de ayuda de Euclid, que afanoso (o eso creía) le seguía y trataba de que no se quedara sola, pero fracasaba en el intento. Se sentó a la mesa y le vio desaparecer, suspirando terminó de comerse sus huevos y el chocolate, más adelante fue por una bolsa de sangre y la bebió completa. Algo que solo Rizevim conocía era que había heredado la mayoría de cosas de su madre, tales cómo su extraña forma de alimentación. Algo que no parecía importarle.

Al acabar, se sintió más sola que nunca. Sin Euclid cerca o su hermano era imposible sentirse feliz, solo la soledad le llenaba y las ganas de quemar todo como aquella vez o hacer que su hermano le pusiera atención, pero sabía que así tampoco lo iba a lograr. Se levantó y buscó su abrigo, iría a explorar el Inframundo.

Se colocó sus zapatos negros, su abrigo de color Borgoña y se arregló el vestido lleno de volante. Al comprobar que todo estaba en orden, usó sus poderes para hacer la figura de un gato que apareció a su lado, maullante y lleno de vida. Con un batir de sus alas, tomó al mínimo y salió de la mansión por una de las ventanas que se quedaba abierta.

Ya lejos del envoltorio de la casa se dejó caer sobre un camino lleno de piedras bonitas, ella no sabía muy bien donde estaba, pero le gustó lo que veía. Animalitos, árboles y un cielo algo oscuro como púrpura o eso creía haber leído. Se adentró con el gato a su lado hasta llegar cerca a un castillo.

Ese Castillo estaba en las notas de su hermano, era el castillo que alguna vez habían creado sus padres. Con fuerza comenzó a correr hacia sus puertas, quién sabe si allí podría encontrar algo sobre ellos, quería conocerlos, no solo por una simple pintura sino por algo cómo lo que ella hacía para traer figuras a su lado.  

Al llegar a las pesadas puertas notó que detrás suyo estaba un grupo de soldados que no hacían sino mirarla con confusión, no recordaban ver a aquella niña. Ella solo hizo una reverencia que les dejó encantados y la dejaron pasar, era algo extraño la manera en que todos le hacían caso.

Ya dentro de la gran edificación, se quedó observando a las paredes. Allí se mostraban los retratos de otros personas que evidentemente no eran sus padres, un hombre de cabellos rojos carmesí y una mujer joven con cabello como el de su hermano, eso le mando un subidón de curiosidad por su pequeño cuerpo, así que sin pensarlo mucho siguió corriendo ahora buscando a la mujer, mientras trataba de hacer el mayor silencio posible.

Ya lejos de la entrada y luego de haber recorrido muchos pasillos, se encontró fuera de una puerta corrediza, adentro se escuchaban varias voces y en especial risas, le pareció extraño. Era un sonido nuevo para ella, de cierta forma. Un hombre abrió la puerta.

—Pequeña, ¿Tienes frío? Pasa —El hombre pelirrojo le tomó de la mano y la llevó dentro de su despacho, allí estaba la mujer del cabello plateado, una chica con un traje muy corto y ojos fucsia y un hombre de cabellos verdes encendidos, quienes al notar que su compañero había regresado, le dedicaron una mirada larga a su compañero llena de curiosidad y algo de reproche combinado con preocupación.

—¿Donde encontraste a esta niña, Sirzech? Es algo extraña. —de inmediato Ajuka (el hombre de cabellos verdes) preguntó con curiosidad, la chica se acercó a la niña y la agarró por los brazos y la levantó hacia sus brazos, la niña no pudo decir nada ante semejante acto tan desaforado.— Le encantó a Serafall y ella solo cuida de Sona.

Todo por ellaWhere stories live. Discover now