VIII

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Mariola se encontraba frente a la chimenea de su habitación. El fuego tenía algo que la hacía ensimismarse. Por su cabeza resonaban algunas de las frases que había dicho aquel misterioso hombre. Bien es cierto que Mariola siempre había sido persona fácil de sorprender, pero Apolo no sólo la había sorprendido, sino que había conseguido intrigarla.

Cuando bajó al salón para la cena descubrió un panorama muy diferente al que esperaba encontrarse. Por lo visto, la excursión no había ido tan bien como la señora Fredic había planeado. Incluso siendo pares nada había salido de forma adecuado. El día había ido como la seda hasta que todas las parejas llegaron al lugar en el que pretendían hacer el picnic, dos de las damas, Enquidna y Medusa, junto a uno de los caballeros, Prometeo, habían decidido continuar paseando un poco más. En el momento preciso en el que los tres se encontraban sobre un puente, este cedió y todos cayeron al agua. Al parecer la historia no terminaba ahí, ya que una de las damas se había roto el brazo, la otra se había dado un fuerte golpe en la cabeza y el caballero había terminado el día con un tobillo exageradamente hinchado.

Esta situación había hecho que los participantes de la cena se redujeran. Además de los tres afectados, la Señora Fredic, mandó al señor Fredic en su lugar, ya que los nervios le estaban jugando una mala pasada. El señor Fredic comía incómodo, habría deseado encontrarse en cualquier lugar que no fuera aquel.

-Señor Fredic ¿Cómo llegó su barco de la expedición?- Preguntó con gran interés Mariola intentando amenizar la cena.

-Según me contó el capitán, la travesía fue muy dura y en un par de ocasiones tuvieron que enfrentarse a contrabandistas. -Comenzó a narrar él

-Lamento oír eso- comentó Apolo que se sentaba al otro lado del señor Fredic.

-Pues eso no es lo peor...- continuó el señor Fredic narrando.- Algunos de los tripulantes se sublevaron de regreso a casa y el capitán tuvo que tomar medidas drásticas.

-Creo señor Fredic, que esta comienza a ser una conversación poco apta para damas.- intervino Apolo, el cual había confundido la cara de intriga de Mariola por miedo. Para sorpresa de ambos el señor Fredic comenzó a reírse.

-Aceptaria ese comentario en presencia de cualquier dama, pero no de ésta ni tampoco de su madre. La familia...

-Señor Fredic.- lo interrumpió Mariola.- su mujer no desea que entre los invitados conozcamos nuestra verdadera identidad, por lo que le ruego que no disgustemos a su esposa.

-Oh sí sí sí por supuesto.- dijo llevándole importancia al asunto. -En fin, por lo que he oído su madre dirige los negocios de la familia tanto o mejor que su padre.

-¿¡Pero qué dice usted!?- exclamó Apolo muy sorprendido.

-¿Qué es exactamente lo que le sorprende señor? - Preguntó Mariola con cierta superioridad.- ¿Qué una mujer lleve sus propios bienes, o que sea capaz de hacerlo mejor que un hombre?

-Es una pregunta trampa caballero- le advirtió el Señor Fredic divertido- Si yo fuera usted no me atrevería a responder.

Apolo apretó sus labios exageradamente en señal de silencio y Mariola pareció más que satisfecha.

-Mejor no decir nada que decir tonterías.- dijo triunfal.

En cualquier otra conversación y con cualquier otra mujer Apolo no se habría quedado sin palabras. Él era un caballero muy orgulloso e inteligente, por lo que siempre se salía con la suya. Jamás había sido derrotado hasta aquel preciso instante, en el que aquella extraordinaria dama había vencido su ingenio y derrotado su orgullo.

Terminaron la cena acompañados por las historias que el señor Fredic narraba. Cuando ésta finalizó, se retiraron a un salón cercano a jugar. Mariola se sentía culpable por la seriedad que mostraba la cara de aquel hombre apodado Apolo, por ello, se acercó a él con la intención de animarlo.

-Señor, espero que no se disgustara por lo que le dije, yo sé que muchos hombre piensan como usted.. Pero se equivocan.

-Desgracia de mucho, consuelo de tontos- contesto Apolo. Aquel comentario hizo que en la cara de Mariola se dibujara una amplia sonrisa.

-Es usted un hombre sabio.- afirmó Mariola sin perder la sonrisa.

-Al parecer usted me gana.- dijo sin que cambiara la expresión de su rostro. ¿Pretendía aquello ser un alago? Se preguntó Mariola. Ella intentaba descifrar sin ningún éxito a aquel caballero, pero se lo ponía muy difícil. - ¿En qué piensa?

-Intento definir su carácter.- Le dijo Mariola con sinceridad. Apolo se sorprendió al escuchar su respuesta, desde luego aquella mujer no había sido educada de la forma más convencional. Por ello, decidió ser tan sincero como ella.

-¿Dice usted siempre todo lo que piensa?.- preguntó acercándose un poco más a Mariola.

-Sólo cuando me preguntan, no me gusta mentir o dar rodeos. No comprendo el motivo ni el interés que puede haber en liar algo que es simple.

Mariola y Apolo continuaron hablando sin percatarse de que los demás invitados se iban marchando poco a poco. De pronto una criada irrumpió en el salón con la intención de apagar el fuego.

-Disculpen, pensé que ya se habían marchado todos.- Ambos recorrieron con la mirada el salón ¿dónde estaban todos?

-No se disculpe.- contesto Mariola.- No nos habíamos percatado de lo tarde que es... si me disculpan - dijo levantándose.

-Buenas noches Dafne- dijo Apolo besando la mano de Mariola.

-Que descanse usted señor Apolo.

Apolo permaneció un par de minutos más en el salón, DAFNE...Dafnee - pensó Apolo ¿Quién sería aquella dama? Tenía unos modales intachables, pero era extremadamente sincera, bondadosa y respetuosa a la par que divertida e inteligente. Había tratado al servicio como a un igual y su formación superaba con creces a la de cualquier dama y a la de mayoría de los caballeros.

Ahora era él el que deseaba descifrarla a ella.

...

Mariola llegó a su habitación.

-¡Señorita!- le dijo Silvia ,su doncella, algo alterada.- Me tenía usted preocupada.

-No entiendo porqué deberías estarlo Silvia, no he salido del salón en todo el tiempo.

-Discúlpeme, pero... es casi de madrugada.- Increpó Silvia con timidez.

-¿No puede ser cierto?...-Dijo Mariola mirando por la ventana.- YO... yo perdí la noción del tiempo.

-No se preocupe señorita, la veo tan contenta que la espera ha valido la pena ¿Quiere que la ayude a quitarse el vestido? - Mariola asintió.- ¿Son entretenidos los demás invitados?

- Sí, bueno... realmente sólo he hablado con uno, además de con Lady Lucinda. - Silvia se detuvo en seco y se colocó frente a Mariola.

-¿Ha estado usted hablando toda la noche con un único caballero? - Mariola palideció, eso es lo que había estado haciendo. Silvia parecía encantada.- Hacia años que no la veía cruzar más de dos palabras con un hombre soltero que no fuera de la familia.- añadió sin dejar de sonreír.

Mariola se acostó confundida. Desde el incidente que padeció con David jamás había permitido que ningún hombre por muy caballero que pudiera ser, se acercara demasiado a ella, pero aquel hombre no había intentado coquetear con ella ni seducirla. Por lo que sin que Mariola se diera cuenta había logrado superar sus propias barreras ¿sería aquello una buena señal?

La hija del ArchiduqueWhere stories live. Discover now