- Perras, todas son iguales, terminaran en la cama de cualquiera de estos –musitó la mujer mayor que observaba como arreglaban a todas- si son realmente inteligentes, cásense y quédense con todo el dinero –sonrió mientras masticaba chicle.

La muchacha que me tenía del brazo me había traido del vuelta al camerino, podía ver a todas desesperadas, mirando desconcertadas los lapices labiales y los peines, a mi no se me permitió ponerme de pie, me quedé sentada hasta que me lanzaron un vestido amarillo que parecía pequeño.

- Te lo pones ahora -dijo sonriendo.

Vi mientras mis compañeras salían débilmente maquilladas que cerraron la puerta y me quedé con las mujeres que arreglaron a las chicas, me coloqué el vestido y luego caminé hacia la que me sonreía y llamaba con una mano.

- Prometo dejarte muy guapa -acotó y me hizo dar la espalda al espejo.

Me colocó algo de brillo labial, al igual que un par de pestañas y labial rojo, me peino con una trenza y ondeo algunos mechones que se salían por las patillas.

- Hoy te irás de esta pocilga, las más bonitas siempre tienen suerte –dijo antes de palmearme el hombro- y las que no...

Giró la cabeza hacia el pasillo y desde ahí pude ver un par de pies que reposaban inertes.

La hora llegó y lo supe porque un tipo abrió la puerta, me tomó del brazo rápidamente mientras las maquilladoras me despedían como si fuese una reina, estaba nerviosa y el pulso se me aceleró cuando vi una de mis compañeras con una mancha de sangre sobre el pecho, estaba acostada detrás de unas cajas.

La luz me cegó y luego de parpadear con fuerza caminé lentamente hacia donde me indicó un tipo de traje.

- Ella es Ivette, es virgen, tiene 19 años -oí por el micrófono.

Mi rostro se puso tenso y sentí más terror cuando oí lo siguiente.

- Cincuenta mil dólares -dijo riendo.

Mis ojos fueron hacia las mesas, el olor a tabaco provenía de aquí. Habían todo tipo de sombreros, tocados, trajes, gente elegante, nadie pensaría que esta gente está metida en este mundo tan sucio o tal vez sí pero debido al poder y el dinero tenían que callar. Mi mirada se posó en unos ojos chocolates que parecían nerviosos, incluso hasta brillosos, alzó una paleta con un número y se levantó acomodándose torpemente la pajarita.

- Vendida –dijo de frente el hombre que sostenía un martillo sobre el atril.

Quise llorar, mis pies descalzos fueron hacia las escaleras para huir pero un par de brazos me trajeron de vuelta y una bofetada acompañada de murmullos me hicieron pisar realidad, no iba a ir a ningún lado. Había sido vendida.

- Ella es la joya más preciada del container -oí la voz ronca del tipo que reconocí era el jefe y giré la vista nerviosa hasta el tipo que me había comprado.
No era el de los ojos chocolate, este era un tipo que se veía importante, me puse nerviosa oyendo la conversación de ambos y luego de que estrecharan sus manos me pidieron que bajara.

Lo miré a los ojos y luego encontré el par de ojos chocolates que salían detrás de él, supe por su mirada que eran familia, tenía miedo, sabía que nada bueno se tenían entre manos.

- Tú primo estará más que contento -le dijo el hombre y palmeó su hombro, el muchacho se vio nervioso, sonrió de lado y me miró- vamos a darle un buen baño y a llevarla con su dueño.

El muchacho de los ojos avellana me indicó por donde ir y luego de salir a la calle tocándome las muñecas subí a un coche negro que estaba estacionado fuera.

El Precio del Amor / Joon.Where stories live. Discover now