Alan está seguro de un par de cosas: quiere un año normal, no se quiere enamorar y, también, de que alguien lo ha estado intentando asesinar.
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M O O N L I G H T
Alan Thompson...
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ALAN THOMPSON.
Sentí la mirada de alguien sobre mí. Pillé a Santiago. Estaba cruzado de brazos y con una expresión de seriedad. Hizo un gesto para apuntar de manera disimulada a los baños. Justo como sabía hacer antes y yo iba corriendo con cualquier excusa ante mis amigos; pero ese día lo ignoré y seguí con mi almuerzo.
—¿Por qué no vas y le dices que deje de joder? —Nina estaba frente a mí.
—¿A quién? —Me hice el pendejo y me concentré en jugar con la comida. Me tomó de la barbilla para que yo la mirara.
—No te hagas, Alan. Qué te conozco al derecho y al revés. Sé que estás peleado con Santiago y que no quieres hablarlo, pero la solución no es ignorarlo. ¿Qué te hizo?
Me encogí de hombros. Una brisa helada me erizó la piel cuando recordé lo que había hecho Santiago. Fui muy estúpido en creer en él y, aunque lo negara, con el tiempo si entregué parte de mi corazón.
—Me engañó. —Ella se quedó en silencio—. No la culpo a ella, porque puede que no haya tenido ni idea de que él tenía pareja, pero él sabía que yo estaba ahí.
—Es un maldito. ¿Cuándo hizo eso? ¿En la fiesta de fin de año? —Asentí y ella me agarró la mano. Me sonrió con dulzura—. Por eso te emborrachaste. ¿Sabes? Él se lo pierde, tú te mereces el sol, no un puto hombre que te haga sentir inseguro.
—Gracias, Nina.
—¿Te está molestando? Porque con facilidad podemos ir a la policía y reportarlo por acoso. Tiene que entender que lo que hizo está mal. A menos de que quieras solucionar las cosas con él.
—No. Ya no me siento bien a su lado. Y la policía debe estar ocupada con eso de la chica que desapareció, lo mío no es para tanto.
—Bueno, pero por lo menos deberías dejarle claro lo que sientes.
—Tengo miedo de que termine haciendo algo estúpido.
—Entonces, aunque sea un mensaje. Pero prométeme que le mandarás uno y esta noche nos vamos de fiesta que tenemos que celebrar tu soltería.
—Gracias Nina, pero no sé si sería correcto.
—Alan, es viernes, disfruta un poco. —De repente me llegó el consejo que mi hermano me había dado. La juventud solo se tiene una vez, ¿no? Entonces, debía disfrutarla mientras durara.
—Está bien.
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Alan Thompson: «Hola, Santiago. Sé que me he demorado en contestarte, pero solo quiero aclararte que me dejes en paz. Te lo dije en la fiesta y te lo repito ahora: lo nuestro debe acabar. Es lo mejor para ambos. Así que, por favor, no me busques, no me llames, ni me escribas. Y gracias por todo lo que fuimos».
