La Tienda de las Almas

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—¿Sabes? Eres muy insistente... tenemos órdenes de no responder a tus llamados, pero...— El demonio se cruzó de brazos y observó al británico con curiosidad.

Tenía un libro en una mano y una capa oscura cubriéndolo casi por completo, se veía que era bastante serio.

—Wow... ¿De verdad lo logré? Es decir, por supuesto, como era de esperarse del imperio británico...— Inglaterra se quitó la capucha de la cabeza y se enorgulleció de sí mismo al ver a su invocación ahí flotando en el círculo mágico.

—En realidad todas tus peticiones nos llegan... ya te dije que evitamos responder a ellas— El demonio bajo al piso, y dio un paso cuidando de no pisar las líneas de tiza que en ese momento brillaban. Contaban que si se borraban las líneas bruscamente la invocación se cancelaba, no sabía si era cierto, pero tampoco habría que arriesgar.

—¡Espera! No puedes salir del círculo mágico sin que te lo ordené — Advirtió el británico con tono vacilante.

El demonio siguió adelante hasta que casi lograba salir, Inglaterra se acercó y puso un pie cerca de una de las líneas de tiza.

—Un paso más y cancelare la invocación — Amenazó con voz lúgubre y firmé.

—Hazlo entonces...— Respondió el demonio encogiéndose de hombros, salió del círculo mágico sin ningún problema.

—¡Tú! Te lo buscaste...— Inglaterra paso el pie borrando una línea del círculo, la luz dejo de brillar, pero el demonio invocado ni se inmutó.

—Ahh~ así que no pasa nada... interesante— Observó el demonio dibujando una sonrisa, Inglaterra se puso algo pálido.

—D-debes volver por donde viniste...— Corrió a su libro y empezó a buscar los hechizos de cancelación.

El demonio lo miró aburrido.

—A todo esto ¿Para qué la invocación? — Preguntó el demonio antes de que Inglaterra comenzará a lanzar palabras sin sentido para deshacerse de él

—Yo solo quería lanzarle una maldición a Francia...— Respondió medio dándose por vencido con el libro, todo estaba en un idioma que apenas y podía pronunciar de todas formas.

—Ahh~ ya veo ¿Qué clase de maldición te gustaría? ¿Peste negra? ¿Invasión de langostas? ¿Algún terremoto o atentado? — Empezó a preguntar el demonio son inmutarse por la petición del país británico. No era un secreto aquella enemistad de esos países de siglos atrás.

—No, todo eso traería consecuencias a todo el mundo... sobre todo lo de la peste— Declaró Inglaterra con cierta autoridad. Se negaba por completo a algo así.

—¿Entonces? Prefieres que sea algo más personal supongo~ Puedo hacer que le aparezca acné en la cara~— Ofreció el demonio con una risita ligera.

—¿Es en serio? Todo lo que puede ofrecer un demonio como maldición es un par de granos... me siento estafado...— Comentó Inglaterra al fin relajándose, el demonio no parecía hostil, solo curioso.

—Bueno, en el caso hipotético de cumplir tu pedido, tú no tienes un alma que ofrecernos a cambio~— Comentó el demonio sentándose en el piso de madera, ahí sentado casi parecía inofensivo, sin prestar atención a sus escamas, cuernos, colmillos y garras. Okay, quizás no lucía inofensivo, pero se entendía el punto ¿no? —Eres un país, no tienes un alma en sí que canjear... Aunque he estudiado un poco y sé que si ofrecieras a un humano de tu país en sacrificio, tu deseo no pasaría desapercibido... Pero ¿Estarías dispuesto a pagar ese precio?— Inglaterra entrecerro los ojos con claro enfado.

—¡Lo sabía! ¿Ahora lo ves? No podemos responder tus llamados por ello, tienes que parar con esto de la magia...— El demonio dio una sonrisa triunfal y se levantó de su lugar, se sacudió el polvo y después las manos dando a entender que había terminado ahí.

La Tienda de las AlmasWhere stories live. Discover now