—¿Qué hay de ti? —preguntó Zachary.

—Intentaré calmarla. ¡Solo vayan!

Zachary le sostuvo la mirada a su amigo y asintió en silencio. Cogió a su hermana del brazo y tiró de ella. En menos de un segundo ambos habían partido, atravesando el muro del ayuntamiento como si no estuviera allí. Chris dejó aquel asunto de lado, ellos estarían bien. Los labios de Melody se movieron en una silenciosa súplica que él no comprendió y con cuidado la ayudó a sentarse en el suelo. Ella estaba peor, sus manos temblando mientras sostenía su cabeza y negaba repetidas veces. Tan pálida como la luna, sus lágrimas eran como pequeños diamantes contra su piel y parecían interminables. Y había algo en su expresión, lucía tan rota que él temió por ella más de lo que jamás lo había hecho en la vida.

Cogió sus manos para alejar sus uñas de su rostro, ella no debía sentirlo pero allí estaban las marcas de medialuna sobre su piel, y acercó su rostro al suyo. Maldición, ni siquiera él sabía lo que había sucedido la vez que Melody había perdido el control del mismo modo. Ella simplemente había saltado de la azotea, y en su desesperación Chris había creído haberla salvado de algún modo pero una parte de él sabía que no había sido el responsable. Sabía cuando utilizaba su poder, y aquella vez no lo había utilizado. Del mismo modo que sabía que Melody no estaba así por una simple secuela post-traumática. Dos fuerzas poderosas estaban jugando con su mente, el velo intentando mantenerla en su lugar mientras el joven desconocido la forzaba a ir contra. Y Chris apretó los dientes al saber que ese extraño era responsable de lo que le estaba sucediendo. La mente era demasiado delicada, un roce incorrecto y la víctima estaría bien jodida. ¿Cuánto ese joven había jugado con la cabeza de Melody? Metiendo imágenes dentro, manipulando su subconsciente, obligándola a hacer todo aquello. Él le había dejado su secuela,  Chris lo encontraría y le reclamaría por aquello. ¿Cómo podía simplemente ser tan irresponsable con su poder?

—Melody. Melody, por favor escúchame, tienes que centrarte en el aquí y ahora —dijo él mirándola a los ojos—. Sea lo que sea que sucedió, no puedes dejar que te afecte, no ahora. Saldremos de aquí. ¿Recuerdas? Estaremos lejos para el amanecer.

—Chris, creo que hice algo terrible —susurró ella.

—No. Eso es imposible.

—No tienes modo de saberlo.

—Sí, lo tengo. ¿Sabes por qué? Porque te conozco, y tú eres incapaz de hacer daño alguno —dijo Chris y limpió con cuidado sus lágrimas—. Melody, eres la chica de los dibujos, aquella que vive de sueños y ansias de libertad. Eres incapaz de causar mal alguno. Si tú crees eso de mí, yo creeré lo mismo de ti.

—No puedo dejar de llorar —dijo Melody y él apoyó su frente sobre la de ella.

—Cálmate. Sea lo que sea, ya pasó. Estás aquí ahora, y en poco tiempo serás libre, eso es todo lo que importa. No dejes que otras cosas te distraigan de aquello. Piensa en algo bonito, es lo que yo hago cuando estoy triste.

—¿Cómo qué?

—No lo sé. La libertad que nos espera, el calor de la esperanza, la sonrisa de alguien especial. Me dijiste que en New York alguien arruinó las oficinas con la misma técnica que tú utilizaste ayer. No estás sola Melody, y creo que alguien allí afuera sabe lo que te sucedió y te está buscando. Eso es más de lo que cualquiera de nosotros podría desear.

—¿Entonces puedes sonreír para mí? Porque ahora mismo, eres la persona que más cree que puedo lograrlo, y eres quien más me importa. Porque prometí que te sacaría de aquí conmigo, pero tú en ningún momento dudaste de mí incluso cuando ni yo me creía capaz de hacerlo, y tú siempre tienes esperanza. Por favor Chris, sonríe para mí.

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