El maldito utensilio no dejaba dejarse de moverse, no lo culpo, mi cerebro aún trepidaba de cometer este pecado. Luego de mis dudas salté de la silla donde se supone que debería estar en comodidad absoluta, y largué ese incorregible tenedor. El cual es más que similar al mismísimo tridente del diablo. y me dije:
- Un día más.
Mientras arraigadamente iba con uñas y dientes a callar la desgarradora hambre.
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Manchas de café y una inocente Alma.
De TodoAlma con 23 años de inexperiencia. Los recuerdos permanecen en shock, la ansiedad perturba y el hambre no guía. - Alma, ¿cómo estás? Alma: *se raja un tiro por la sofocación*