CAP. 2: Ya no es lo que era

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El cocodrilo se siente distinto con respecto a antes de que esa mujer de cabello rubio le hiciera dar vueltas como una peonza.

Gruñe un par de veces más antes de darse cuenta en qué ha cambiado.

—Tengo cuentas que saldar —admite con voz grave y un poco de ultratumba.

Da el primer paso con su nuevo aspecto y, antes de dejar el claro lleno de masa sangrienta que es lo que fue de su presa de cuatro patas, coge un objeto.

—Seguro que quieres recuperarlo.

Cierra la mano verde y dura con delicadeza alrededor de un pequeño objeto dorado que suena como un metrónomo.

Garfio está tranquilamente sentado en su camarote, descansando su mente con un poco de ópera en un antíquisimo tocadiscos. Después de discutir con Smee y que este se marchara por el exceso que había exarcebado en él, el capitán se había sentado para descansar ese dolor tan punzante y extraordinariamente molesto. Ni siquiera el masaje de sienes le había devuelto un poco de su dolorido cerebro.

Esta vez pasa de llamar a Smee a ver si con sus remedios naturales podría curar ese intermitente golpeteo.

Finalmente, opta por cerrar los ojos y dejar que la ópera llene su cabeza con melodías relajadas.

Lo que James Garfio no sabe es que fuera, sus fieros piratas, pelean por sus vidas antes las enormes fauces de una bestia terrible.

El cocodrilo, transformado por la Lujuria, siente una especie de apetito y, por la pérdida de todos los animales, tiene que llenar el estómago con algo antes de ponerse delante del gran reto y el gran plato que sería el hombre escondido en el camarote.

Uno a uno, los hombres rudos y algo atemorizados, saltan a él con el alfange y espadas alzadas para arremeter contra su cuerpo duro.

Algunos acabaron por la borda, cayendo para ser devorados por los tiburones; otros, consiguen acercar el filo del arma pero no penetrar la gruesa piel y el cocodrilo los hace cachitos, incluso comiéndose a algunos enteros.

Smee, aterrorizado, echa a correr a buscar al señor del navío mientras ese monstruo le persigue por la cubierta, consigue tomar la manilla de la puerta pero es tarde; el lagarto ha atrapado su pierna derecha y ahora intenta tirar de ella.

Smee, a pesar de sentir como sus huesos, tendones y otros instrumentos biológicos se parten en su pierna atrapada, se echa adelante abriendo la puerta.

El cocodrilo escupe la pierna y se avalanza sobre el cuerpo del segundo de a bordo del Jolly Roger.

Garfio, desde su asiento, lo mira todo con patidifuso interés. Observa como ese bestia parte por la mitad a su hombre más leal y lo engulle como si fuera la cosa más normal del mundo.

—Hola, Garfio.

El monstruo que se muestra ante él es un lagarto bípedo de casi dos metros de altura, con una enorme mandíbula con una cabeza acorde a las medidas de su cráneo reptil acuático. Las garras de delante se han transformado en dos poderosos brazos, musculados y fuertes con unas manos grandes y exentas de pelo,  bajando la mirada hacia unas piernas con ciertos reductos a los hombres lobo que se cuentan en los cuentos, también carentes de vello. La cola se ha extendido hasta alcanzar el 1'89 de longitud.

—¿Sabes quién soy?

Deja un reloj dorado que todavía sigue marcando la hora con sus ruiditos.

El capitán podría reconocer ese reloj hasta manco, ciego y sordo.

Escamas y cadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora