Capítulo séptimo

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¿Qué eres tú?

John estuvo la mañana cuidando de Lucy, quien no dejaba de parecer molesta. Aunque esto sólo ocurría con él, puesto que ella era una muñequita de porcelana, una pequeña y hermosa princesa en toda su gracia y simpatía para con los demás. La acompañó al colegio y vigiló de Elizabeth de vez en cuando sólo para asegurarse de que estuviera bien, aunque uno de sus buenos amigos estaba cuidando de ella. Alejandro -quien cuidaba de Elizabeth- se hacia el ofendido, como si no se pudiese confiar en él, a lo que siempre John respondía con una sonrisa de disculpa. Tras unas horas Stephen volvió a aprecer, estaba contento y agradecido por el tiempo que le habian brindado. John no tardó en volver a su cuerpo, ya allí se preparó para la cita que tenía esa misma tarde con Elizabeth. Tendría que tomar el tram desde aquella casa, pero no era algo que le importara. Se duchó, vistió y preparó todo lo que pudiera llegar a necesitar, que no era mucho. 

Elizabeth, sin embargo habia pasado toda la mañana un poco frustrada debido a que no sabía cómo explicar dónde había pasado toda la semana anterior sin ir al colegio o quedar con sus amigas, las cuales no sabían nada de la muerte de su padre. Por no hablar de su novio, quien estaba seguro de que a Elizabeth le pasaba algo, y preguntó sólo una vez si le había pasado algo para que esté así, pero ella negó y él no volvió a preguntar nada aunque estaba seguro de que le ocultaba algo. Hasta que en el horario de la comida todos estaban en silencio, esperando a que Elizbeth dijera algo, lo cual la incomodó y terminó confesando que su padre habia muerto en medio del comedor. No lo dijo a gritos, pero el silencio en aquella mesa era tan profundo que su leve susurro quebrantado había sido escuchado a la perfección. Todos habían quedado muy consternados, y el primero en reaccionar fue Jason quien estaba a su lado y sólo la abrazó, haciendo que Elizabeth no supiera hacer otra cosa mas que desahogar todo lo que llevaba guardado hacía siete días y que se almacenaba en su interior, no pudiendo controlar así su llanto irremediable que en algún momento tenía que llegar. Sus amigas no tardaron en unirse al abrazo, y ella se sintió querida y apoyada, y mientras todos la abrazaban, con sus ojos pudo distingir la figura de John borrosa a lo lejos discutiendo con alguien y entonces, también se sintió protegida. Sonrió al tener tal suerte y dejó que todos la abrazaran. Muchos decían que lo sentían, que su padre era un buen hombre y aunque fuera cierto, ninguna de las palabras eran las correctas, desencajaban en ese momento y en esos labios juveniles y normalmente llenos de risas y no de lamentos. Sin embargo, nadie volvió a decir nada, todos estaban muy afectados por la noticia de Elizabeth, y aunque quisieran no podían decir nada más, sólo estar ahí para hablar cuando ella los necesitara. Ella agradeció que sus amigos no volvieran a sacar el tema, y poco a poco se fue recuperando. Después de la clase de gimnasia, que era la última, se duchó y se cambió. Se hizo una doble trenza que recorria sus cabellos rojos y se puso unos vaqueros y una camiseta rosa de mangas cortas. Encima, llevaba su chaqueta favorita, una de cuero negro que la hacía clásica y a la vez un poco sexy. Al salir del gimnasio se encontró con quien no había visto desde el comedor y corrió hacia él, rodeó sus brazos en su cuello y mezcló sus finos dedos en su cabello negro azabache, se mordió el labio  y se acercó a sus labios con ansias y los besó con un hambre devoradora. El joven sonrió mientras correspondía a su beso tímidamente y la acercó más a ella al tomarla por la cintura.

Hola Lizz, te echaba de menos yo también... -dijo el joven

Ni que lo digas Jason, no sé cómo he podido dejar de verte siete días, gracias - y tras decir esto Elizabeth se fundió en un abrazo con él y entonces sonó el reloj del colegio. "Qué bien que ya habían terminado las clases" , pensó Elizabeth.

 Ambos sonrieron y fueron de camino a la parada del autobús, siempre tomaban el mismo autobús ya que vivían en un barrio contiguo al otro, aunque esta vez Elizabeth tendría que tomar el tram después del autobus, ya que no vivía más en aquel barrio. Jason era un poco menor que ella, tenía un año menos pero parecía mayor que Elizabeth (lo cual no era ningún reto). Su cabello era negro y tenía tez blanca y ojos pardos, tenía una forma física que cualquier joven de su edad envidiaría, y no es que a Elizabeth le desagradara exactamente... Y ya en la parada estaba esperándola otro joven apuesto físicamente hablando parecido a Jason aunque un poco más mayor. Sonrió a Elizabeth y ella le hizo gesto afirmativo, aunque en realidad estaba desconcertada, se le había olvidado totalmente que él la estaría esperando en la parada del autobús. Jason estaba un poco confundido, asique miró a Elizabeth con un signo de pregunta grabado en su mirada. Elizabeth le sonrió y entonces ella dijo;

Alpha (En espera)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora