—Realmente, no lo sé.

—¿Lo averiguamos? —ella lo miró confundida—. Si tú y yo nos enamoramos locamente, lo diremos de inmediato, y nos casaremos, y seremos horriblemente felices —Ana volvió a reír.

—¿Y si no?

—Habremos hecho el intento —Ana se alzó de hombros, dando su consentimiento al trato.

—¿Hay reglas?

—Mmmm... yo no saldré con más mujeres, eso sí te lo prometo.

—Gracias. Igual yo.

—Y si te enamoras de otra persona que no sea yo, dímelo también —ella lo miró ceñuda.

—Creí que estarías total y completamente seguro de que me enamoraría de ti, y sólo de ti, tarde o temprano.

—¿Parezco un hombre tan seguro de mí mismo?

—¿No lo eres?

—Te sorprenderías, Ana, de las cosas que un hombre esconde por su propio bien.

—Oh, vaya. Has picado mi curiosidad —él rio, y ella simplemente pudo apreciar lo guapo que esa sonrisa lo hacía ver.


Juan José entró a Texticol. Saludó a Mabel con una sonrisa y habló con ella unos segundos, y luego de coquetear descaradamente con Susana, escuchó lo que ésta tenía que decirle. Entró a la oficina de su hermano, y lo encontró hablando con alguien por teléfono mientras sostenía unos papeles y miraba algo en su portátil. Miró a Susana con una pregunta.

—Y así lleva varios días —decía Susana—. Está insoportable.

—¿Pero no te ha dicho qué le pasa?

—Nada. Ya sabes cómo es: cerrado y atrancado por dentro— Juan José hizo una mueca y se acercó a su hermano, quien le sonrió mientras le hacía una seña para que lo esperara, así que se sentó en uno de los sillones frente a su escritorio y se dedicó a analizarlo. No se veía descuidado, ni sucio, ni nada, pero había algo diferente en él, su mirada no se quedaba quieta sobre nada y hacía todo con celeridad.

Cuando cortó la llamada, miró al fin a su hermano.

—Hey, qué milagro que vienes por aquí, ¿a qué debo el honor?

—En unos días es navidad.

—Ajá. ¿Y has decidido adelantarme mi regalo?

—Vengo a hacerte responsable de la fiesta —Carlos lo miró alzando sus cejas.

—¿Por qué? Siempre la hacemos en tu casa.

—No quiero que Ángela se ponga en ese corre-corre ahora. Está en su séptimo mes de embarazo.

—Es muy precipitado, Juan José.

—Sólo es una cena, encárgaselo a madre.

—Se lo hubieras dicho a ella, entonces.

—Saldrá mucho mejor si eres tú quien se lo pide—. Carlos se recostó al sillón y respiró profundo, recordando lo mal que se llevaban Judith y Juan José desde siempre.

—Bien. ¿Algo más? Esto podías decírmelo por teléfono.

—¿Qué te pasa? —Carlos frunció el ceño, confundido.

—¿Qué me pasa?

—Estás raro.

—Estoy bien, como siempre —dijo, poniéndose en pie con unos papeles en la mano, y dejándolo sobre un carrito que seguramente alguien recogería luego.

Tus Secretos - No. 2 Saga Tu SilencioWhere stories live. Discover now