Capítulo 3

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Un día como cualquier otro, en la capital de Venezuela, los chicos se incorporaban para el regreso a clases, pero sin mucha emoción, Autsuki se levantó de su cama para repetir la rutina de años anteriores. Vivía con sus padres y hermano menor, en un pequeño edificio, situado a un rincón marginado de la gran ciudad. Iba a empezar octavo grado, con apenas doce años de edad y no tenía muchos ánimos para eso.

Autsuki era una joven no muy delgada, todo su peso se reflejaba en sus anchas caderas, con una piel rojiza indígena, que heredó gracias a su madre. Su cabello era lacio, color castaño y se confundía con sus ojos chocolate, aunque esta era una característica común en su tierra.

En cuestión de minutos, Autsuki y su emocionado hermano ya estaban listos para partir al colegio y reunirse con sus compañeros. Las chicas con las que Autsuki solía pasarse no le prestaron atención, por lo que no les dio importancia. Ella era muy callada y demasiado reservada, lo cual resultaba un tanto desagradable para los jovencitos.

Era un colegio grande y costoso, que, gracias a su padrino, el tío Bernardo, podía disfrutar y una vez dentro del aula de clases, Autsuki tomó un puesto delantero cerca de sus compañeras, a las que consideraba amigas, en ese instante entró una mujer blanca de cabello negro, con uniforme negro y blanco.

— Buenos días, — dijo la mujer, después de que todos estaban sentados.

— "Buenos días", respondieron todos al mismo tiempo.

— Yo voy a ser su profesora de inglés a partir de hoy. Me llamo Mercedes, — anotó su nombre en la pizarra. —Y como hoy es el primer día, nos conoceremos mejor, — se detuvo. —Ah, hoy tenemos un nuevo compañero... Ponte de pie, — le dijo a un estudiante sentado entre los últimos puestos y le hizo señas para que se aproximara al pizarrón.

Era un joven excepcionalmente hermoso, de piel pálida como la nieve y cabellos del negro más intenso y brillante, un rostro cual porcelana y ojos color miel, las chicas se sorprendieron al verlo.

— Este será su compañero de clases por el resto el año. Sean amables para que entre en confianza. Viene de España y es nuevo en el país, — lo presentó la profesora. — ¿Cuál es tu nombre?, — le preguntó al chico.

— Ruske, — dijo el joven en voz alta.

Mientras que a Autsuki sólo le impresionó su apariencia completamente distinta a los demás.

¡Que hermoso es! ¡Sí, qué lindo!, murmuraban sus compañeras en sus espaldas.

— Toma asiento, —le dijo la profesora al joven e inmediatamente se dirigió a su puesto.

La profesora comenzó a dar una clase sencilla después de pasar lista para conocer los nombres de los demás alumnos, y a cada hora entraba un profesor distinto hasta que llegó la hora de descanso. Todos corrieron como locos hasta el cafetín, pero Autsuki ya traía sus cosas de casa y no tuvo necesidad de hacer fila para comprar, sólo se sentó en un banco frío, solitaria, y siempre con un suéter azul marino, con cierre de por medio, a los pocos minutos llegó su hermano, con el que se dedicó a merendar, mientras solo escuchaba a sus compañeras de clases alagar al chico nuevo.

El apuesto Ruske permaneció todo el receso, sentado en el suelo con sus piernas recogidas y completamente aislado de la muchedumbre, era muy serio para ser tan joven. Y a pesar de que eso le extrañó a Autsuki, prefirió no darle demasiada importancia, hasta el final del descanso donde sonó el timbre y todos tuvieron que volver a clase.

Las chicas seguían hablando de Ruske, incluso en la clase de Biología se juntaron en grupos pequeños para hablar de él, dejando a Autsuki en total confusión. No podía entender la razón de alboroto, ella simplemente no le veía tanta importancia al asunto, no podía ser igual que las otras por mucho que lo intentase. Aunque no era algo de extrañarse, pues Autsuki siempre se había considerado diferente al resto, por pensar distinto y ser completamente opuesta a los parámetros de la sociedad actual. Era rara a los ojos de otros, no tenía amigos que la quisieran de verdad, y eso en el fondo la hacía sentirse mal porque, aun cuando tenía la mejor familia, le entristecía la idea de pensar que el resto de su vida tendría que lidiar con gente que la vería como un ser extraño, completamente ajena a sus reglas.

La Diosa AzulWhere stories live. Discover now