Jorge en el Bosque

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Hace muy poco tiempo, en un bosque bastante cercano, habitaba todo un reino de diferentes animales. Había aves y peces, mamíferos y anfibios, marsupiales e insectos; todos los animales del bosque cumplían con una tarea muy específica, crucial para el equilibrio de la naturaleza.

Las águilas llevaban las trampas de los cazadores lejos de todos, los castores construían presas para tener reservas de agua, los osos derribaban árboles para que los castores tomaran madera. Todo estaba en perfecto equilibrio, todo el mundo hacía lo que se supone deberían de hacer.

Sin embargo, había un animalito en particular, uno cuya tarea parecía ser pequeña, pero que todos sabían de su importancia. En el grupo de los mamíferos pequeños, se encontraban los erizos, una familia muy antigua y respetada en el bosque. Estos pequeños animalitos eran los encargados de hacer hoyuelos en la tierra para que crecieran pequeños árboles de frutas para que pequeños animales pudieran comer.

Los erizos se enrollaban en sí mismos y rodaban sobre las húmedas tierras del bosque, dejando el terreno listo para que los escarabajos dejaran las semillas.

Entre ese especial grupo de mamíferos, había un especial erizo. Su nombre era Jorge desde que nació fue diferente a los demás; mientras que todos eran del tipo sal y pimienta, él era un erizo completamente blanco, que sorprendió a todo el bosque, era el primer erizo blanco que ellos habían visto.

Jorge creció muy feliz, tuvo unos padres que lo amaban, los otros animales eran buenos amigos con él y los adultos lo consideraban "un erizo activo, educado y muy juguetón".

Pero mientras crecía desarrolló un gusto muy peculiar para un erizo: romper bellotas. Él adoraba observar a las ardillas; admiraba su agilidad, su destreza para trepar árboles, su ingenio para esconder nueces; pero lo que más le gustaba ver era cómo rompían sus bellotas para comerlas o plantarlas.

Durante mucho tiempo las estudió y poco a poco fue aprendiendo a romper las bellotas. Al principio fue difícil, pues no podía hacer lo mismo que las ardillas, pero eventualmente encontró cómo hacerlo a su manera. Podía hacerlas rodar en una rampa hecha de ramas y piedras, que al lanzar las bellotas se rompían en el suelo, podía usar ramas para estrellarlas en los árboles; incluso una vez pudo romper una haciéndose bolita y aplastándola. Ésta era realmente su pasión, lo que hacía tan bien como las ardillas y como ningún erizo jamás.

Lamentablemente, mientras más animales lo veían, más lo juzgaban por su pasatiempo.

"Eso no es lo que debería de hacer un erizo", "sólo las ardillas hacen eso bien", "Yo no comería una bellota rota por un erizo", decían muchísimos animales del bosque.

Pero Jorge era muy optimista, él quería demostrarle a todo el bosque que un erizo podía hacer la tarea de una ardilla igual o mejor que ellas. Cada que podía, hacía presentaciones en público de su talento, experimentaba nuevos métodos y se superaba a sí mismo. Pero aun así, muy pocos animales le daban mérito.

Un día, en una de sus presentaciones, lo sorprendió su padre. Enfurecido, tomó a su hijo y lo llevó agresivamente a la madriguera.

-¿Cómo te atreves a hacer esas barbaridades en público? Estás avergonzando a toda nuestra raza al romper esas bellotas, eso es un trabajo de ardillas, los erizos nos dedicamos a preparar la tierra para sembrar frutos, eso es lo que dicta la naturaleza y la familia. ¿O es acaso que no te interesa la familia?

-Pero papá, no hay nada más importante que mi familia, pero esto es algo que realmente me gusta, algo en lo que soy bueno y es algo que puedo aportar al bosque. ¿Por qué todos hacen un solo trabajo por familia? ¿Por qué no dejar que todos elijan dedicarse a lo que son buenos para ayudarnos todos?

-Pero las ardillas nunca te aceptarán, no eres como ellas, no tienes la fuerza para escalar árboles, no tienes la agilidad para conseguir nueces, no puedes hacer lo que hacen las ardillas, tu regordete cuerpo está hecho para rodar en la tierra, como todos nosotros.

-Tienes razón papá, no puedo hacerlo de la misma manera que las ardillas, pero puedo hacerlo a mi manera, realmente me pueden aceptar en el trabajo de ardillas, desde que tenía un año he aprendido a romper bellotas, realmente soy bueno, en un día puedo romper 50, ¡la mayoría sólo rompe 30!

-No pienso discutir más con un niño- vociferó su padre.

Desconsolado, Jorge corre hasta su agujero y comienza a llorar. No puede entender por qué su padre es tan cerrado a la idea de que él no solo es bueno para romper bellotas, sino que es su pasión, es lo que ha querido hacer desde niño y es para lo que se ha esforzado toda su vida.

Al poco tiempo llega su madre. A pesar de que Jorge no quiere hablar, su madre lo consuela.

-Los escuché a tu padre y a ti. Quiero que entiendas que él sólo quiere lo mejor para ti; sabe que si te deja dedicarte a eso muchísimos animales del bosque te harán muy difícil tu trabajo por unos prejuicios que no deberían de existir, pero los hay. Debes de entenderlo. Pero...

Jorge deja de llorar y voltea a ver a su madre.

-Esto es cosa de dos; tu padre también te tiene que entender a ti. A pesar de que no fue lo que planeábamos para ti, ésta realmente es tu pasión. Sabemos que eres bueno y que puedes aportar algo a nuestra comunidad. El camino será difícil, pero sabemos que lo lograrás porque eres un erizo muy capaz, dedicado, con unas ganas enormes de crecer en la vida. Y créeme, mi pequeño Jorge, nosotros te apoyaremos, porque sobre todas las cosas, eres nuestro hijo.

A la mañana siguiente, su padre se disculpó con Jorge por haberle hablado así.

-No harás lo que todos los erizos hacen, pero desde el principio, desde que te vi nacer con tan bellas espinas blancas, supe que jamás serías como todos los erizos... serías mucho más especial.

Así pues, Jorge se encaminó a la comunidad de ardillas, para ofrecerles su servicio a cambio de enseñanzas para que él pudiera seguir mejorando, ayudando cada vez más a su comunidad, ya sea como rompe bellotas, o como un pionero en la libre elección de trabajo comunitario, donde cada vez más animales se inspiraron a seguir sus pasiones, más allá de lo que dicta la naturaleza; todo por el bien de este hermoso bello y enorme bosque.

Jorge en el BosqueWhere stories live. Discover now