Capítulo 3

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–Porque no sabía que lo tenía en el calendario. Se le habrá pasado a Rosel avisarme.

Jimena duda por un momento. Es imposible que a Rosel se le haya pasado avisarle, nunca se le pasa algo así y, por si fuera poco, tiene un correo confirmando que se lo contó a Koen. Por otro lado, ella sabe perfectamente lo meticuloso que es Koen con el orden en su vida, tanto personal como profesionalmente.

Decide no comentar nada al respecto y ver a dónde le lleva todo esto.

–Bueno, y ahora que lo sabes ¿qué quieres decirme?

–¿Crees que podrías venir antes? Sé que tienes que trabajar, pero pasarte algunas horas. No quiero que llegues aquí sin saber nada. Yo no voy a estar aquí toda la vida y tampoco quiero que lleves la empresa a la quiebra.

–Creo que soy capaz de llevar esta empresa perfectamente, pero si así te sientes más tranquilo... –Apoya el culo sobre la mesa, dejando cruzadas las piernas y los brazos y le mira–. Está bien, intentaré venir, aunque no sepa exactamente lo que quieres que haga.

–¿Si no sabes qué quiero que hagas como vas a poder llevarla?

Es la primera vez que Jimena podía mirar a Koen desde un punto más alto, le gustaba, pero él seguía imponiendo demasiado. Además, están lo suficientemente cerca como para que se ponga nerviosa y meta la pata. Koen es lo suficientemente grande y está lo suficientemente bueno como para intimidarla a tan corta distancia.

Vuelve al sillón, doblando una pierna bajo la otra.

–Sé cómo dirigir una empresa, además tendría a Rosel para ayudarme en caso de que lo necesitara. Pero no sé qué pasa por tu cabeza.

–Quita tu zapatilla del sillón. Ah, y si vas a venir deberías arreglarte un poco más.

Jimena suelta una carcajada sin creerse que le acabe de decir eso. Puede que tenga sentido porque se ha presentado con una sudadera, vaqueros y deportivas, pero nadie le dijo que tenía que aparecer allí de gala. Es una puta empresa de hípsters y pretende que fuera como si se graduara.

–Lo intentaré –suelta, guardándose el veneno en la boca.

–Quita la zapatilla del sillón –repite, suspirando y apoyando la barbilla sobre sus manos. Jimena decide levantarse.

–Si su majestad no quiere nada más, ¿me puedo ir?

–Sí –se apea de su mesa y abre la puerta para que pase Jimena por delante–. Nos veremos mañana.

Jimena le sonríe antes de hacer una reverencia irónica y comienza a andar hacia el despacho de Rosel para despedirse e irse después a casa.

A Koen nunca le había caído bien, desde el primer momento no se creyó la historia que le contó Martijn. Esa chica podría ser hija de cualquiera y no solo suya como para que llegara de repente y le quitara la empresa. Es verdad que él tenía otros planes para su futuro, pero no le gustaba que le comieran la cabeza a alguien a quien quería tanto. Todo lo que sabía era gracias a Martijn y le estaba demasiado agradecido.

Cuando Martijn le dijo que Jimena no trabajaría en la empresa hasta febrero porque necesitaba pensar lo primero que creyó es que era una niña malcriada y desagradecida que ante tal oportunidad prefería dejarla pasar para trabajar de qué, ¿de segurata en un museo? Quién en su sano juicio quiere trabajar de eso. Además, sabía lo que había estudiado ella, más razón para que aceptara de primeras lo que le ofrecían y que no se pusiera a jugar como si fuera una niña pequeña, a elegir cuando quisiera en qué momento empezaba a dirigir Arquimesa.

Y luego estaba el otro tema, a Koen siempre le habían ido las morenas de ojos azules. Jimena era la típica tía a por la que siempre había ido, y no poder tenerla le ponía de un mal humor impresionante. Era inmediato, en cuanto alguien la nombraba el ceño se le fruncía y la polla se le ponía dura.

Necesitaba que Jimena se arreglara para ir a trabajar, sabiendo que elegiría algunos pantalones de pinza y no esos vaqueros que abrazaban su culo como si realmente quisiera que él estuviera todo el día mirándolo. Ojo, que no es que creyera que las mujeres se vistieran para él, pero joder, no lo podía evitar.

Sabía perfectamente que tenerla por allí podría ser un problema, pero ante todo estaban sus responsabilidades y el futuro de la empresa. Podría guardar sus problemas sexuales para cuando saliera de la oficina perfectamente.

Rosel toca con sus uñas el cristal de su oficina y entra sin esperar que le diga nada. Supone que estaba allí para terminar de torturarle; Rosel también tiene un cuerpo de infarto y el hecho de que hiciera todo bien y fuera tan eficiente todavía le ponía más. Y aun así no es algo tan fuerte como con Jimena, no sabe qué coño tenía la españolita.

–Axel ya se ha ido a casa, era el único que quedaba por aquí. Yo voy a terminar un par de cosas y me iré también. Deberías ir pensando en hacer lo mismo.

–Sí, sí. No te preocupes Rosel, que hoy tengo una cita y sí que tenía pensado irme de aquí.

De alguna forma tiene que desatar la frustración sexual que guarda desde que conoció por primera vez a Jimena. Sabe, en el fondo, que ella no es para tanto, pero que el morbo de que sea algo prácticamente prohibido le pone más. No es que nadie les haya dicho que no pueden estar juntos, es que sabe que mientras él esté todavía en la empresa no puede pasar nada. Sabe lo sensible que es Jimena y no quiere ponerla en una situación difícil por si algo sale mal.

–Uy, ¿una cita? Cuéntame más –Rosel se sienta en el sillón, con los codos apoyados sobre las rodillas y espera a que Koen empiece a hablar. Le conoce muy bien como para saber que no es nada chismoso, pero con el tiempo había logrado que se abriera por lo menos con ella.

–No es nada importante, la conocí hace dos semanas en casa de un amigo. Hacía una fiesta para celebrar el ascenso de su mujer, o algo así. Tampoco es que seamos muy amigos. El caso es que la chica esta trabaja con su mujer y también estaba invitada; estuvimos hablando bastante porque la fiesta era un coñazo. Y al final terminamos diciendo que un día cenaríamos juntos. Fin. ¿Contenta?

–Bastante, gracias. Ay, ¿para qué querías que viniera Jim?

–Debería ir familiarizándose con todo esto antes de llegar y que le pille todo de sorpresa.

Rosel frunce el ceño y lo mira con cara de circunstancias.

–No creo que le pille de sorpresa si ha estudiado lo que ha estudiado y su padre era el dueño de todo esto.

–¿Durante cuánto tiempo estuvo con su padre? ¿Cuatro meses, cinco? Y cuántas veces se ha pasado por aquí.

–Bastantes.

–Sí, para saludarte a ti y poco más.

–-Espero que no vayas igual de borde a la cita o no te vas a comer un colín.

Koen suspira, apaga el ordenador y se levanta para coger su maletín y acompañar a Rosel hasta su despacho.

–Lo decía en serio, dudo que alguien que no sea yo te aguante con esa actitud. Y yo lo hago porque estoy obligada.

–Nadie te obliga a aguantarme.

–Puede ser... En fin, pásatelo bien, ya cierro yo todo.

–Muchas gracias, disfruta también tú de tu noche.

En la otra punta de la ciudad llega Jimena pedaleando hasta su casa. Ha estado repitiendo la conversación una y otra vez y todavía no le encuentra el sentido. Evidentemente el hecho de que Koen quiere que vaya más a la empresa lo encuentra coherente, pero eso se lo podría haber dicho por email en vez de pedirle que vaya hasta allí cuando sabe que desde su casa para nada cerca.

Tampoco se queja mucho porque ha podido ver a Rosel, hacía mucho tiempo que no hablaban. Además de que el chico del primer despacho le ha llamado la atención, se le veía muy concentrado sobre el boceto y hay algo dentro de ella que le impulsa a querer saber su nombre. 

JimenaΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα