Inicio

37 1 1
                                    

Arturo no soporta la incursión violenta de las veredas en su caminar cotidiano, prefiere las pistas, cruza la calle de los miedos, la cuadra ocho de Loreto. Percibe el fétido aroma de la basura amontonada a las orillas de la mar brava, distribuidas poéticamente y esperando que algún pituco resentido se atreva a componer algunos versos malditos en su honor. No es de madrugada, es la hora de la tiranía de borrachos y fumones echados cómodamente al calor de algunas botellas de plásticos cargadas de líquido suficiente para desengrasar un barco. El día nunca llega a La Siberia, pese a los veranos calurosos y los orgiásticos carnavales que recuerdan al olvidado Rabelais en las memorias de quienes dicen que no hubo contestatarios en la edad media. Siempre está amaneciendo, cada cierto tiempo, dos semanas aproximadamente, aparece un muerto que le añade un matiz gracioso a tanto gris mediocre que acoge sin distinción a recogedores de basura, delincuentes, niños inhaladores de plomo y madres sedientas de poder.

Arturo vence la primera puerta, ya regreso amor. Ir a pagar el alquiler, cruzar Loreto, saludar a los fumones, regresar. Escuchar el mar, algún día se saldrá El alquiler, siempre caro, regresar, cruzar Loreto, mataron a Chichi ¿Qué pasa? Un fumón faltoso ¡Que te pasa concha tu madre! ¡Yo soy de la Siberia! Mentira, eres de otro barrio, nadie lo sabe, nadie se mete contigo, tú no te metes con nadie. Las veredas son siempre un fastidio, los perros se encargan de decorarlas con la basura de las bolsas negras que despedazan con la esperanza de encontrar un hueso. Bolsas para la basura, gran adelanto de la tecnología moderna, por lo menos ha logrado cierta hegemonía que trasciende las clases sociales ¿Cuándo será de día? En el momento que Arturo tome la ruta 48, vaya a robar al centro de Lima, busque a las ocho de la noche las caderas y el sexo de Mariana. No importa mucho que sea dueña de las pingas de todo el barrio de La Victoria, lo importante es que él la tiene más grande, más exótica, accesible, tierna y tolerante. Pero hoy no puede quedarse hasta las doce, a la mentira de que trabaja en una empresa se plásticos, de once de la mañana hasta las doce de la noche, debe añadir ahora que le darán permiso para salir a las seis porque debe cumplir oficio de sicario. ¿El cliente? Una mujer despechada. ¿La víctima? Un hombre que celebra los quince años de su hija.

El sombraWhere stories live. Discover now