Epílogo.

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«I think... I think when it's all over,

It just comes back in  f l a s h e s, you know?

It's like a  k a l e i d o s c o p e  o f   m e m o r i e s.

It just all comes back. But he never does.

I think part of me knew the second I saw him that this would happen.

It's not really anything he said or anything he did,

It was the feeling that came along with it.

And the crazy thing is I don't know if I'm ever gonna feel that way again.

But I don't know if I should.

I knew his world moved too fast and burned too bright.

But I just thought, how can the devil be pulling you toward someone who looks so much like an angel when he smiles at you?

Maybe he knew that when he saw me.

I guess I just lost my balance.

I think that the worst part of it all wasn't losing him.

It was losing me

EPÍLOGO.

1095 días después de Kyle.

Sus desgastadas All Stars rojas chocaban contra el asfalto húmedo haciendo un ruido contínuo. El cielo estaba cubierto con las típicas nubes grises que solía tener aquel lugar. Llovía, aunque no lo suficiente como para que Annabelle Rousseau llevara paraguas. Vestida con su falda de margaritas, las medias blancas y su cabello pelirrojo, ahora algo más apagado, estaba adornado con flores, concretamente rosas rojas, porque algunas cosas no cambian nunca.

El agua de la lluvia había conseguido llegar hasta su espalda, debajo del jersey ancho, y le estaba helando hasta los huesos. Siguió caminando decidida por la misma calle en la que todo había empezado. Ese día no había tanta gente, pero ella aún recordaba el barullo de personas agolpadas en esa calle el día que miró a los ojos grises de Kyle Dixon por primera vez. El día en que todo empezó. El día que cambió todo.

La puerta del Penny Lane's seguía pintada del mismo tono azul agua. Annabelle la abrió y, con ese sentimiento de nostalgia en el pecho, escuchó sonar la campanita. Recordaba cuando eso había significado que Kyle entraba en el café para verla a ella.

En su mesa habitual había dos personas, un chico y una chica. Él tenía el pelo rubio, algo más oscuro que hacía tres años, y vestía unos tejanos desgastados y una camisa de cuadros rojos y negros, con las mangas subidas a la altura de los codos. Ella tenía el mar en su cabello y llevaba una camiseta amarilla de algún grupo y unos leggins negros. Tenían un aire de adultos, de entendidos en la vida, que hizo a Annabelle recordar al Quentin y la Jade que había conocido hacía tres años y sentir morriña. Ambos estaban mirando a la carta, pero Quentin alzó los ojos en cuanto sintió a Annabelle sentarse junto a ellos.

-Siento llegar tarde -murmuró, colocando el jersey en la parte de atrás de la silla. Debajo de este llevaba una camiseta enorme que la hacía parecer aún más escuálida de lo que era. El esta había un lema escrito. “Live fast, die young”. Era de Kyle.

-No te preocupes -dijo Quentin, quitándole importancia-. Jade ha tardado unos mil años.

-Lo que pasa es que estás celoso -replicó ella.

Jade sonreía. Si había tardado tanto, era por la misma razón por la que su cabello estaba lleno de sal. Había un chico, que era más que "un chico". Llevaban juntos casi dos años. Él solía llevarla todos los días a la playa. Desde que le conoció, ella empezó a sonreír. Al principio había sido duro superar a Kyle, pero cuando Mark la había invitado a dar un paseo por la arena, ella había recordado las palabras de Kyle en el aparcamiento la noche que se suicidó. “Encontrarás a alguien que no sea como yo, y serás feliz”. Y eso había hecho.

-Parece que aún tenéis veintiuno -comentó Annabelle.

La sonrisa de ambos desapareció.

-Perdón -dijo ella al segundo-, no debí decir eso. Me refería a...

-Lo sabemos, Belle. No pasa nada.

Annabelle asintió y pidió su típico café con leche y nata.

-¿Cómo ha ido el día en la tienda? -preguntó Jade, para sacar algún tema de conversación.

-Ajetreado -dijo la pelirroja, con un suspiro y una pequeña carcajada-. Ya ha llegado el pedido que hicimos con tu nuevo disco, Q -ella miró al chico y sonrió.

Desde hacía cosa de un año, Quentin formaba parte de un grupo de música. No se puede decir que fueran especialmente famosos, pero sí eran buenos. Habían hecho versiones de canciones antiguas, hasta que un buen día a Q le dio por escribir una canción. Desde entonces, había compuesto unas cuantas más, que habían interpretado alguna que otra vez en el Penny Lane's. Y tres meses más tarde, una pequeña discográfica les había contratado para grabar un disco. Annabelle decía que eran como una versión de Taylor Swift pero en cuatro chicos.

-No es mi disco. Es nuestro disco.

-Sí, lo que tú digas.

El camarero trajo las tres tazas de café y las dejó sobre la mesa. Annabelle se llevó la suya a los labios y dio un trago. Sintió cómo el líquido descongelaba sus huesos y su sangre. Cerró los ojos. Aquel sabor le recordaba a Kyle.

Quentin puso su mano sobre la de la pelirroja.

-¿Estás pensando en él? -preguntó, mirándola con tristeza.

Ella asintió. Por supuesto que pensaba en él. Habían pasado 1095 días y todavía le echaba de menos. El tiempo se había llevado algo de tristeza, como si fuera el viento erosionando una roca, pero era imposible olvidarle. Por Dios, si incluso iba vestida con la ropa que llevaba en su primera cita.

Pero ahora, Annabelle era feliz. Era feliz con los recuerdos, y era feliz viviendo en su presente. Ahora, era dueña de una tienda de discos. Vendía felicidad a la gente en forma de música. Ahora tenía el retrato que Kyle le había hecho enmarcado en la biblioteca de su apartamento. Ahora estaba sola y eso le gustaba. Ahora podía sonreír sin sentir una punzada de dolor en el sitio donde reposaba el colgante de plata que le había dado Kyle.

Por eso, se levantó de la mesa, dando vueltas a una moneda entre sus manos. Se dirigió a la jukebox e introdujo la moneda. Pulsó el B8 y se volvió a su mesa.

B8 - Annabelle

Era la canción que Kyle le había dedicado tan solo porque tenía su nombre. La escuchó mientras se terminaba su café y se hundió en los recuerdos, sabiendo que siempre podía volver a la superficie que era la realidad.

La canción terminó y Quentin decidió hacer lo mismo que la pelirroja: enfrentarse a los recuerdos. Pulsó el D4 de la máquina y las notas de piano comenzaron a sonar.

D4 - Asleep

Y así pasaron la mañana del día en que se cumplían tres años sin Kyle Dixon, escuchando canciones que les recordaban a él y disfrutando de los buenos y malos recuerdos, porque los buenos podían rememorarse con una sonrisa y los malos ya estaban acabados. Porque al fin y al cabo, la vida está hecha de recuerdos. No puedes vivir siempre en los mismos, recordándolos una y otra vez. Tienes que vivir. Porque cuando vives, estás creando nuevos recuerdos.

¿Y qué sería la vida, sin recuerdos?

«I don't know if you know who you are, until you  l o s e  who you are

Flashbacks.Where stories live. Discover now