12. Millones de dudas

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—Te veo en la noche —dijo Luca, dándome la mano—. Cuídate, ¿sí? E intenta no hacerte la cabeza con Nora, ella no vale la pena y es una idiota —agregó, mientras se levantaba—. Me alegra que te sientas mejor, pero en serio, en serio, olvida a Nora estos días.

Le sonreí y lo despedí con la mano cuando él salía y le agradecía a mi madre por haberlo dejado pasar. Nuestro encuentro me alivió bastante y mientras mamá le abría la puerta de la casa, aproveché para levantarme e ir a baño. Quise asegurarme de que mis labios no se veían hinchados ni nada.

Cuando salí del baño, ahí sí que mamá me atacó a preguntas.

—¿Y este chico quién es? No está en tu clase, ¿o sí? ¿Y ya te sentís mejor? ¿Es porque vino él, no? —a medida que formulaba las preguntas, iba sonriendo cada vez más—. ¿Es tu novio?

—¡Mamá! —chillé, empujándola para volver a mi cuarto, a la cama. Tampoco había que abusar—. Somos amigos.

—¿Y por qué yo no lo conocía?

—Porque somos amigos desde hace poco.

—¿Y ya te trae la tarea? —Me persiguió—. ¿Y por qué no te la trae Edén?

—No sé, mamáaa —me quejé, apresurándome a taparme con el acolchado.

—Estás ruborizada —dijo ella, empezando a reírse. Me destapé, agarré una almohada y se la revoleé. Sí, me sentía mejor.

Mamá esquivó el almohadón y salió de mi habitación riéndose como loca. Muerta de vergüenza, volví a esconderme debajo del acolchado y recé para que no se lo mencionara a papá nunca en la vida, o eso sí que iba a ponerse fiero.

Salí de casa después de la una de la mañana

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Salí de casa después de la una de la mañana. No estaba 100% bien. Podía decir que estaba un 60% con energía recargada, lo suficiente para funcionar, pero no lo suficiente como para aguantar todo el fin de semana sin robar vida. Durante la tarde, mientras más horas pasaba lejos de los besos de Luca, volvía a desinflarme como un globo. Algo en esa moneda no solo me había vaciado casi por completo, si no que había afectado mi capacidad para recuperarme.

Luca me esperaba en su cuarto con la ventana abierta, a pesar del frío que todavía persistía a comienzos de la primavera. Salté y me metí dentro, sobresaltándolo a pesar de que sabía que iba a llegar en cualquier momento.

Cuando puse ambos pies sobre la alfombra, suspiré. Me sentía débil otra vez.

—Hey —dijo Luca, levantándose de la cama, cuando me vio tambalearme—. Esto me está asustando.

—A mi igual —dije, reprimiendo un jadeo—. Generalmente, cuando estoy sin energía, mi instinto es muy fuerte y logro moverme rápido y bien igual. A menos, claro, que esté a punto de morir otra vez. Nunca me había sentido así de cansada y mal, la verdad; es como si estuviera enferma...

Suspiros Robados (Libro 1) [Disponible en librerías]Where stories live. Discover now