-Majestad- dijo Katherine- pruebe este bocadillo, son mis favoritos.

-Por favor no me hables con ese formalismo, somos como hermanas- interpuse frunciendo el ceño.

-Lo sé querida, pero mi madre volverá en cualquier momento. Me echara de aquí si se da cuenta de que no hay ningún tipo de formalidad en nuestra conversación

Reí y ella me siguio. Después tome aquel bocadillo que me ofrecía, pero un relámpago seguido de un trueno me hizo brincar en mi lugar, ambas esperamos a que el ruido de la nubes chocando se detuviera, para volver a lo nuestro.

-No ha parado la tormenta- dijo algo frustrada por la desdicha de no haber visto la luz del sol durante sus paseos matutinos, que desafortunadamente por ahora yo no podía tomar.

-Lo sé, hace demasiado frío en el palacio.

-Oh, perdoname- dijo avergonzada-no sabía que tenías frío, debería llamar a un sirviente para que enciendan la chimenea.

Katherine levantó una campanilla que se encontraba en la mesa y la balanceo varias veces.

-No es necesario Katherine, hace frío, pero no demasiado para encender la chimenea- excuse sabiendo que el fuego se sofocaria tan rápido debido a la humedad que conservaba en el interior de la chimenea.

-¿Segura?- dijo un tanto extrañada- no quiero que te enfermes, William me matará cuando regrese y te vea resfriada, estando embarazada.

-Temo, mi querida Katherine que has exagerado. Una mujer no muere por un resfriado y mi actual estado no tendría que ver en eso.

Katherine sonrio avergonzada. Y volvió a colocar la campanilla en su lugar.

-Querida hermana, bueno espero no te moleste que me atreva a llamarte de esta manera, pero William es mi único hermano asi que quiero cuidarte como a mi propia hermana. No sabes el cariño que te tengo.

-Muchas gracias por considerarme como a tu hermana, es un honor y un placer que me llames de esa manera.

Las luces del palacio se encendieron más temprano de lo acostumbrado, las nubes negras oscurecieron la tarde, y los terribles relámpagos se observaban tan temibles que mi corazón se agitaba en cada ocasión que me sorprendía el estruendo. Las gotas de lluvia escurrian por las ventanas, apenas se podia ver las luces de la capital.

Regrese a mis aposentos, la archiduquesa, la condesa, mi madre y Katherine me prepararon para dormir. No eran tan altas horas de la noche, pero me persuadieron en que debia evitar el frio y descansara lo mas que pudiese porque s un embarazo requeria de toda la energía posible que el cuerpo de una mujer pueda ofrecer. Me quede dormida en cuanto apagaron las luces de mi habitación.

Efímeramente soñé con una familia que vivía en el campo. Todos eran felices tal cual eran, no poseian muchas riquezas, pero vivian comodamente. Dos niños corrían por el jardín y el padre y la madre los observaban desde lejos. Poco a poco y mientras el sueño transcurría me di cuenta que la mujer era yo y el padre era William. Sonreia complacido de ver a sus pequeños hijos, pero cuando me dirigía la mirada se mostraba afligido, sus labios se movía formando una palabra que no podía comprender, lo hacia una y otra vez, pero no lograba escucharlo. Fue entonces que un zumbido casi ensordecedor atraveso por mis tímpanos y escuche la palabra "Lo siento"

-¡Majestad!- la voz de la condesa interrumpió mis sueños. La habitación se encontraba en plena oscuridad, lo único que iluminaba su rostro era una pequeña vela.

-¿Que ocurre?- cuestione con un obvio tono de angustia, que ella me despertara a mitad de la noche no era usual.

-Ha llegado un mensajero al palacio- anuncio con gran angustia- trae un mensaje urgente para usted majestad, dice que nadie más puede recibir el mensaje.

Lo único que se me vino a la mente fue que aquel mensajero traía la respuesta de William, tal vez habría ordenado que su mensaje se me entregara enseguida. Me levanté de la cama y la condesa me ayudó a colocarme sobre los hombros un abrigo grueso.

Salimos de mi habitación e inmediatamente nos dirigimos a la entrada del palacio. Sabía que no podía correr, al menos no tanto, pero fue cuestión de segundos para que abandonará por un par de pasos a la condesa.

Al llegar a la entrada note a un par de personas que esperaban ansiosamente por mi, entre ellos la archiduquesa, Katherine y el consejero Burckhardt.

-Majestad- dijo el consejero acercándose a mi- por favor disculpe las molestias, pero el mensajero que llegó se niega a hablar con alguien que no sea usted.

-Si son noticias de mi esposo no importa ¿Donde se encuentra?

-En aquella habitación- explico señalando una puerta hacia mi derecha.

Los guardias que custodiaban la puerta abrieron una vez que comencé a caminar y al entrar observé a un hombre que tenía puesto una especie de capa larga, mojada y sucia. Se refugiaba en el fuego de la chimenea buscando calor.

Cuando alzó la vista y notó mi presencia se arrodilló.

-Perdoneme majestad, no soy digno de solicitar su presencia, pero traigo conmigo un mensaje que no podía esperar al día de mañana.

-No importa, por favor hagame saber el mensaje que trae usted para mí.

Buscó entre sus arapos sucios, encontró un bolso de piel y saco de su interior una carta. Extendió el brazo y el consejero Burckhardt lo tomo por mi y enseguida me lo dio. Desenvolví rápidamente la carta, lo primero que me extraño fue notar que la carta no era de William:

Para su majestad la reina.

Me dirijo a su majestad la reina para comunicar el deceso de su majestad Fitzwilliam durante la madrugada. Lamentablemente este hecho se dio por una emboscada preparada por el terrible y abominable ejército de cromenia

A media noche fuimos atacados por bombardeos que duraron alrededor de veinte minutos, nuestras bajas fueron demasiadas y el rey quien se encontraba en el frente fue uno de los primeros en caer. Difícilmente hemos podido encontrar su cuerpo, pues así como en otros ataques los cuerpos han quedado destrozados. Es una pena para mí tener que informarle de este lamentablemente hecho por escrito, pero me es imposible abandonar mi puesto en este momento, no obstante, si de algo le sirven estas palabras, días pasados el rey recibio una carta que compartió con todos nosotros.

Orgulloso, nos informó la noticia de que su majestad, la reina estaba embarazada. Si nuestro rey murió, sepa entonces que murió feliz por haber procreado un heredero al trono.

Al servicio de su real majestad, el general Darsec

La carta se me cayó de las manos o tal vez alguien me la arrebato. No sé que fue lo que sucedió los segundos siguientes la vista se me nublo.

Amor De CristalWhere stories live. Discover now