Chan obtiene su capricho.

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La puerta de su departamento se abrió de par en par, golpeando demasiado ruidoso para ser casi las tres de la mañana. Chan mantenía sus manos masajeando sin pudor alguno las nalgas del menor sobre su jean. Los gemidos de JeongIn resonaron contra sus paredes blancas, y Chan deseó escucharlo para toda su vida.

La pared de repente se vio como un buen sostén para la espalda del menor, sus brazos se habían aferrado al cuello de Chan, acercándose y pegándose aún más. La fricción que creaba la entrepierna de JeongIn contra la suya era casi un sueño, pero también una indudable pesadilla, porque temía no ser capaz de aguantar tanto tiempo antes de venirse en sus pantalones como un prepuber. JeongIn jadeaba y gemía tan bonito que ponía a prueba su capacidad de aguante.

Subió sus manos  hasta el cierre de la chaqueta del menor mientras se lo desabrochaba y aprovechaba a sacarse la suya también. JeongIn se quejó de manera hermosa, con las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes, porque no podía sacarse la camiseta blanca, pegada a su cuerpo y enseñando descaradamente el contorno de sus pezones. 

—No tienes una idea de las cosas que te haré esta noche, JeongIn—le susurró al oído, paseando luego su lengua descaradamente por la filosa línea de su mandíbula. El ángel jadeó, y le pareció tan irónico que alguien tan puro pudiese ser tan pecaminoso al mismo tiempo. Las ganas de estar dentro suyo aumentaron considerablemente. 

Lo besó nuevamente, corto y breve, y posteriormente le arrancó la camiseta. Jeongín rió bajito, sin poder creer lo desesperado que estaba, y sintiéndose cómplice. Sus labios se abrieron ligeramente cuando observó el pálido pecho del niño, sus clavículas marcadas y sus pezones rosados. Fue como caer en un río de placer, simplemente visual. 

Lo tomó nuevamente de los muslos, levantándolo y haciendo que se enganchase a su cadera. Recorrió su apartamento en menos de un segundo hasta llegar a su habitación, abriendo desesperado la puerta.  Lo lanzó a la cama, arrepintiéndose al instante porque creyó haberlo lastimado, pero JeongIn parecía muchas cosas, menos herido. Sus mejillas encendidas le gritaban tómame de una vez.

—JeongIn, dime ahora mismo si quieres que me detenga, porque luego no seré capaz de hacerlo, cariño, te lo aseguro—se posicionó sobre él, lento y despacio, mirándolo expectante. JeongIn negó repetidas veces y estiró su delicada mano hasta su rostro, acariciándolo suave y amoroso.

—Jamás te pediría que te detuvieras—los labios rosados de JeongIn rozaron su oreja y él se estremeció. Ya no podía contenerse más.

Comenzó besando su cuello, siendo lento y preciso, succionando con admiración. JeongIn soltó un soplido bajo y tembló bajo su tacto. La lengua de Chan siempre había sido demasiado habilidosa para causar placer, y el niño estaba siendo testigo de ello. El mayor apoyó su codo sobre la cama y besó el camino desde sus clavículas, descendiendo desde ellas hasta su pecho. Se detuvo en uno de sus pezones, la pequeña protuberancia rosada le parecía deliciosa y comprobó el sabor al atraparlo entre sus labios. Lo mordisqueó sin tiempo para pensarlo, y JeongIn gimió de manera demasiado erótica para su bien.

Chan sonrió contra la piel nívea y continuó con el otro pezón. Hacer el camino desde ellos hasta el plano estómago fue una de las cosas más placenteras que él había hecho en su vida. Marcó el estómago de JeongIn con su boca, dejando marcas rojizas que lo hacían ver aún más apetecible. El bulto en sus pantalones parecía querer explotar, y el del menor también, así que se dejó de juegos previos y precedió a desabrochar el cinturón del más chico, siendo rápido y habilidoso con sus manos, para después terminar por quitarle los pantalones. El boxer rosado lo hizo sonreír tanto que creyó que su rostro se partiría en dos. 

Apretó la erección de JeongIn  y él siseó. Se quitó su propio pantalón en cuestión de segundos y joder, la manera en que su ángel lo observaba lo había hecho sentir más desnudo de lo que ya estaba. Le caló los huesos y llegó hasta su jodida alma podrida, y la encendió, la abrazó suavemente y le proporcionó aquella admiración que siempre estuvo buscando. Pasó sus dedos por los muslos de miel, degustándose, y no se pudo contener, y de hecho no lo hizo. Bajó un poco, rozando su nariz contra la entrepierna de JeongIn, pero enfocándose en mordisquear su piel. 

El Capricho de Chan. [CHANIN]Where stories live. Discover now