Queremos crear una historia en conjunto, para eso, le pediremos a cada autor que agregue algo a nuestra historia. Comienza JazzNoire:
Al terminar, suele quedar un vacío ahondando en el pecho: no siempre porque el sexo hubiese sido insatisfactorio, porque alguno no logró llegar o no fue la maravilla que se prometió entre copas en algún bar o antro nocturno, sino por esa impotencia de no poderlo expander más allá de unos minutos, de creer darlo todo cuando sus cuerpos velados se azotan como el oleaje en una tormenta, desnudarse en toda la extensión de la palabra y permitirse ser vulnerable, bajar por completo la guardia cuando el orgasmo (si es que llega) te destroza desde dentro y te mata para hacerte sentir lo que es vida... Y al final, salir con la sensación de que no te has llevado nada de la otra persona y que has dejado una pequeña fracción de ti en ese cuarto de hotel, en alguna casa ajena, el baño del bar o la parte trasera de un automóvil; de que todo se concluye sin oportunidad de repetirse; donde días después incluso olvidas nombres, fechas, lugares en los cuales te has desbaratado.
Unas cuantas veces es divertido: es fácil ignorar la sensación de vacío cuando el revolcón ha sido muy bueno y el cuerpo, más que el alma, se torna cansado y satisfecho. Pero cuando es lo único que tienes en cada ocasión, cuando muy pocas veces el momento se repite y poco a poco vas dejando trozos tuyos por ahí hasta sentirte incompleto, hasta sentir que es la hora de llenarse de nuevo, sabes que has caído en un remolino del cual es difícil escapar.
Así es cómo Víctor se siente ahora: con deseos de entregar tanto de sí mismo, pero sin nada nuevo que aportar; solo él siendo carne y cuerpo, sin alma, sin pasión.
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Con esto damos por concluida la semana dedicada a Jazz Noire, esperamos que haya sido del agrado de todos ustedes.
